Cada cuatro años los candidatos presidenciales nos cortejan para que apoyemos sus pretensiones de dirigir el país.
Se olvidan de que los chilenos somos especiales: oímos, vemos y leemos poco o nada. Una parte considerable de la población sigue impasible las franjas electorales obligatorias, los carteles que tapizan los espacios públicos, el acoso con panfletos, los intentos de algunos rostros de la televisión que se apropian de las elecciones, pretendiendo lucirse con sus opiniones, restándoles espacio a los candidatos. La infinita cantidad de radios, teléfonos inteligentes y aparatos de televisión nos inunda con foros, promesas y denuncias de los que aspiran a la Presidencia. Sus asesores y seguidores, algunos voluntarios, otros bien remunerados, como los de Karina Oliva, irrumpen en las redes sociales con mensajes no solicitados.
A la mayoría de los electores poco parece importarles la elección. Filosofan, reclaman, se quejan, critican, condenan y, finalmente, no votan. Irse de paseo, excursión o simplemente quedarse en casa —si es posible, organizando un asadito— es preferible.
James Reston, notable periodista del Washington Post, describía con similares términos a los electores norteamericanos.
La indiferencia de los chilenos es más preocupante y grave que la del hemisferio norte.
A la elección Biden-Trump concurrió el 62% de los ciudadanos con derecho a voto. En Piñera-Guillier participaron menos de la mitad de los electores.
La gran diferencia es que el desinterés nacional supera en irresponsabilidad al de Estados Unidos, donde la elección del Presidente tiene menor gravitación por la autonomía de los estados miembros de la Unión.
Además, en nuestro caso, varios candidatos presidenciales comprometen el futuro de nuestras libertades, justifican la violencia, el prohibicionismo, la refundación del Estado, con postulados que pueden llegar a expropiar no solo los bienes de los electores, sino las mentes de su descendencia.
Indicativo es que el añoso y totalitario Partido Comunista domina la candidatura de Boric, uno de los dos líderes según algunas encuestas. Su agenda y la de Provoste son bien parecidas, reniegan de los esfuerzos y progresos de Chile y apoyan la impunidad de vándalos y violentistas. Y no es el cuento de Pedrito y el Lobo, todo está en sus programas, que muchos no leen ni los escuchan, como que no importara el resultado presidencial.
Prueba de la desidia ambiente es contar con un candidato que opera desde las cercanías de Wall Street manteniendo impagas pensiones alimenticias.
Mañana iré a votar para sumarme a intentar llenar el vacío favorecedor de quienes menosprecian el orden, base de los cambios y estabilidad que necesita la sociedad chilena.