A once meses de su inauguración, el Presidente Biden ha caído 11 puntos en su aprobación, desde 55% en enero a 43% esta semana. En mandatarios de Estados Unidos no hay precedente similar en tan poco tiempo. Cierto es que los presidentes demócratas pierden popularidad más rápido, por la generosidad de promesas y consiguiente frustración de expectativas. Trump cayó solo 4 puntos en el mismo período, el más descendente entre los gobernantes republicanos, según Gallup.
El desplome ya afectó a los demócratas, partido que esta semana fue derrotado en la elección de gobernador de Virginia, estado considerado dominado por el oficialismo, donde Biden había vencido por más de 10 puntos a Trump. Se trataba de la primera elección importante desde la presidencial. La campaña fue durísima, con la participación activa de Biden, Obama y Kamala Harris. Tema central escogido por el candidato republicano fue el derecho preferente y libertad de los padres sobre la educación de sus hijos, que se ha transformado en una causa nacional. En cambio, el candidato derrotado, los demócratas progresistas y el Colegio de Profesores de Estados Unidos promueven que sean los profesores quienes determinen los planes educativos. No prosperaron las acusaciones al vencedor por sus enérgicas propuestas sobre seguridad y delincuencia.
Otro aspecto crítico de los demócratas es la inquietud surgida por el gasto fiscal. Mientras Biden espera que su programa de 1,7 trillones de dólares le permita recuperar popularidad, los republicanos insisten en la disciplina fiscal y temen a las cargas tributarias insoportables, que frenen el crecimiento. Las encuestas en esta materia también han sufrido un giro. Frente al inicial atractivo del impulso por el gasto y los programas públicos, el electorado está ahora inquieto por sus consecuencias y la inflación creciente. Los sondeos de opinión registran que para el 73% de los norteamericanos el país va por mal camino, la mayoría confía más en la gestión económica de los republicanos que en la llamada agenda progresista de los demócratas.
También han surgido interrogantes sobre el liderazgo y desempeño de Biden. Su apreciada moderación, frente las asperezas y radicalización de Trump, está en duda, por la prevalencia y supuesta captura por sectores izquierdistas del Partido Demócrata, representados por la vicepresidenta y eventual sucesora, Kamala Harris, cuyo rechazo está cobrando fuerza.
Finalmente están las debilidades comunicacionales de Biden: sus frecuentes lapsus, incapacidad de improvisar y de responder asertivamente a preguntas se agudizan. Su manejo del retiro de Afganistán y en entrevistas presenciales abre espacios para poner en duda su capacidad para sortear crisis y emergencias.