Las diferencias de estilos y contenidos de José Antonio Kast y Sebastián Sichel no solo han producido una considerable distancia en la intención de voto ciudadano por uno y otro, sino también una rearticulación importante en las fuerzas que apoyan o al republicano o al independiente.
Los dos partidos principales derrotados por Sichel en la primaria están hoy visiblemente divididos. Aunque todavía buena parte de las institucionalidades de la UDI y de RN siguen respaldando de palabra a Sichel, los numerosos apoyos de candidatos democrataindependientes a Kast y los importantes postulantes RN que también se le suman fraccionan a ambas colectividades, y comienzan a producir esa rearticulación de la derecha que hace años venimos pregonando.
Paralelamente, en la Convención Constitucional, entre los 36 representantes de Chile Vamos, se produce un alineamiento similar: tres grupos se articulan en torno al mundo UDI-Republicanos, y un cuarto se identifica más bien con la sensibilidad RN-Evópoli. Esa cuádruple partición no está necesariamente expresada en que tres cuartos apoyen a Kast y el restante 25% sea partidario de Sichel, pero sí revela una intención de trabajo doctrinario que distingue abiertamente dos objetivos a futuro.
A partir de estas dos claras señales de realineamiento de tendencias, ¿qué puede esperarse para la derecha chilena a partir del término del actual proceso electoral?
Por un lado, la muy probable conformación de un polo Republicanos-UDI.
Para buena parte de los miembros del partido fundado por Jaime Guzmán, se da la oportunidad de recuperar la plenitud de sus principios y un estilo de trabajo que fue perdiéndose gradualmente en los últimos 25 años. Desfondado el lavinismo y desgastada la relación con RN y Evópoli, si la UDI termina mayoritariamente involucrada en las dos vueltas por Kast, habrá abierto una puerta generosa a un pacto estable con Republicanos. Por supuesto, para estos últimos no será fácil concordar un acuerdo con la UDI, partido del que muchos se fueron poco tiempo atrás o al que otros siguen mirando como excesivamente pragmático. Será la prueba de fuego para una colectividad joven y pequeña que necesitará de alianzas importantes, aunque buscará no claudicar, ni en sus principios ni en su estilo.
Si un pacto así llegara a concretarse, qué duda cabe que importantes miembros de RN también se sentirían identificados y buscarían integrarse. Ciertamente, esa posibilidad —la presencia de terceros minoritarios— llevaría a la UDI y a Republicanos a preguntarse si sería conveniente mantener dos partidos en paralelo, o conformar un solo gran conglomerado conservador.
Por otra parte, un eje RN-Evópoli —que bien podría acoger también a los sectores más lavinistas de la UDI— podría sentirse muy cómodo bajo la mirada liberal de la vida, tanto en sus dimensiones morales como en sus coordenadas económicas. La disyuntiva de unirse todos en un solo partido nuevo o de permanecer como dos colectividades complementarias sería similar a la descrita para el polo conservador.
O sea, quizás tengamos desde el 2022 dos partidos grandes y fuertes en la derecha —uno de mentalidad conservadora, el otro de ideología liberal— o, al menos, dos alianzas paralelas entre partidos que compartan entre sí esas dos sensibilidades.
¿Y la tercera, la socialcristiana?
Es la más débil de las alternativas posibles, pero si la candidatura Provoste resulta ser un nuevo fracaso de la DC, bien podría configurarse un nuevo partido socialcristiano, integrado por quienes dejaron hace ya tiempo la Falange, más sectores de RN y algunos republicanos que encuentren ahí una casa común para sus ideales.