Así bautizó Rafael Otano a Gonzalo Vial Correa después de una entrevista. Acaba de cumplirse un nuevo aniversario de su fallecimiento y me permito honrar su memoria, luego de una amistad de 25 años de admiración y especial cariño. También porque fue una personalidad que brindó servicios al país en ciertos momentos, aparte de su profesión de abogado y su prolífica labor de historiador.
Hace poco estuve revisando su obra historiográfica, cuya magnitud es “fuera de serie”, voluminosa, importante y de excelencia. Joven comenzó escribiendo artículos sobre la historia colonial de Chile, pero se vio en la necesidad de estudiar sistemáticamente el siglo XX, motivado por la crisis que experimentó nuestro sistema democrático corriendo los años 70. Existían antecedentes inmediatos, pero insuficientes, para explicar un derrumbe de tamaña escala. Chile era respetado internacionalmente por su estabilidad democrática, hasta que se desbarató en corto tiempo, irrumpiendo un golpe de Estado que devino en dictadura. Las causas debían ser más profundas y fue en su búsqueda. De esta iniciativa surgió la Historia de Chile 1891-1973, que alcanzó a publicar hasta el quinto volumen solamente.
Mas, paralelamente, de la pluma de este incansable historiador brotó un cúmulo de publicaciones (innúmeros artículos y libros) sobre diversos aspectos y períodos de la historia patria. Destaco en estas pocas líneas las biografías de Arturo Prat y de Augusto Pinochet, y los libros “Salvador Allende, el fracaso de una ilusión”, y “Chile, cinco siglos de historia”, que se publicó póstumamente. Este lo concibió cuando se dio cuenta de que no podría concluir la mencionada Historia de Chile; claro que resolvió extender esta obra para abarcar desde los primeros pobladores hasta su tiempo presente. Es única en nuestro medio. En dos tomos explica, con narrativa amena y fina, la trayectoria de nuestro país hasta la época actual, exponiendo sus interpretaciones fundamentales. Asume la concepción propia de la temporalidad humana, la cual integra los distintos momentos del tiempo —pretérito, presente y futuro—, considerando que los hechos o experiencias, para la especie humana y la sociedad, consecuentemente, no solo “pasan”, sino que “quedan”. Misma mirada se aprecia en el libro “Gonzalo Vial. Política y crisis social” (Ed. IdeaPaís, 2020), que recoge columnas de su autoría, entre 1994 y 2009, publicadas en el diario La Segunda, donde analiza la contingencia desde su acervo histórico.
Pudo haber sido Premio Nacional de Historia en 1998, pero declinó por escrito, considerando que entre los historiadores postulados había quien lo merecía más que él, aunque no compartían visión política. Lo digo, porque Vial tuvo detractores entre historiadores que se oponían a que lo obtuviese por razones ideológicas, no historiográficas ni académicas. Pero el galardón no estuvo entre sus prioridades. Por su tonelaje cultural y por ser una de las inteligencias nacionales reconocidas, ilustres presidentes de la República, criteriosos, con sentido de bien común, lo invitaron a formar parte de la Comisión Rettig (redactó el informe), la Mesa de Diálogo y el Consejo de Defensa del Estado.