Necesitados de un delantero eficaz que ayudara a superar la prolongada sequía goleadora de la selección, la incorporación de Ben Brereton ha sido la luz al final del túnel que ha reavivado las esperanzas chilenas de clasificar al Mundial de Qatar.
Que cuajara en el equipo nacional no fue porque el joven atacante de Blackburn Rovers fuera un depredador del área o un artillero de fuste. No. Brereton está lejos de ser un goleador incansable —ni siquiera por lo expuesto hasta ahora—, o un jugador brillante o técnicamente superdotado. Tampoco es “de palo” ni “tronco”, como irrespetuosamente lo calificó un entrenador local. Ciertamente no es un estilista, pero tiene una virtud que le debería servir mucho a la Roja. Y no solo hoy, sino que a futuro: tiene trazas de atacante moderno. Es un modelo referencial de lo que hoy está primando conceptualmente en el fútbol de élite.
No es extraño. Brereton tiene una formación británica y se ha ido construyendo como jugador de acuerdo a los conceptos técnico-tácticos que se imponen actualmente en esa parte del mundo. En el caso de los delanteros, la tendencia por esos lados es notoria: no existen posiciones fijas, sino que misiones específicas. Por lo tanto, la búsqueda de los espacios tiene un valor mayor que el dominio absoluto de una determinada zona.
Es interesante realizar algunas referencias para entender. En Inglaterra ya no se habla de aleros, punteros o wines (salvo Bielsa), como tampoco de delanteros centros o mediapuntas. Solo genéricamente de atacantes que, de acuerdo a las circunstancias de los partidos, van reconvirtiéndose y rotando de posición.
El caso de Harry Kane es paradigmático. En el argot futbolístico tradicional no se puede clasificar al jugador de Tottenham Hotspur como “9” o como “10”, porque simplemente adopta ambas posiciones en su equipo, y también en la selección inglesa, en función de lo que le va pidiendo el partido.
Y no es el único ejemplo. Esta diversificación del concepto del atacante se puede observar en Inglaterra incluso en entrenadores y jugadores no británicos. Es cosa de analizar el Liverpool de Jürgen Klopp. El adiestrador alemán les otorga amplia libertad de movimientos al egipcio Mohamed Salah y al senegalés Sadio Mané a partir del último cuatro de la cancha.
Pero no es lo más llamativo. Klopp tuvo la capacidad de reconvertir al brasileño Roberto Firmino, quien de ser un atacante estático y rebotero se transformó en uno que viene de atrás, que entra por sorpresa, y que es capaz de intercambiar rápidamente de posición con sus compañeros de vanguardia, algo que también hace en la selección brasileña.
Evidentemente Ben Brereton no está en ese nivel, pero tiene el mismo chip adherido a su mente. Su mayor virtud es que entiende el juego así y que de esa manera sorprende y anota. Por eso nos gusta verlo. Porque en medio de un fútbol marcado por tendencias arcaicas y conceptos atrasados, Brereton aparece como un destello de modernidad. Que siga así.