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Editorial
Jueves 14 de octubre de 2021
Decisión del Banco Central
"El anuncio da cuenta de una fuerte preocupación por la inflación y sus efectos sobre los sectores más desfavorecidos".
En su reunión de ayer, el Banco Central resolvió aumentar su tasa de interés de política monetaria en 125 puntos, situándola en 2,75%, y también terminar con su programa de intervención cambiaria. Ambas decisiones dan cuenta de un escenario de alta preocupación por la inflación y por sus efectos sobre la población, especialmente los sectores de menores ingresos, así como por las tensiones en los mercados financieros que se han observado en las últimas semanas. Contrasta ello con la indiferencia que parte del mundo político manifiesta frente a un problema que ya está trayendo costos para las familias chilenas, tanto por las alzas de precios como por el encarecimiento de sus créditos.
En efecto, la cifra de 1,2% en el mes de septiembre ha empinado la inflación anual a 5,3%. Las presiones de demanda, las restricciones globales en las cadenas logísticas y la fuerte depreciación del peso están impulsando los precios domésticos por sobre lo que eran las expectativas del mismo Banco Central hasta hace pocas semanas, lo que a su vez está alimentando un incremento en las expectativas de inflación de mediano plazo que representa una amenaza a la estabilidad de precios. Así, la medida anunciada ayer debe entenderse como reacción no solo a un alza puntual de la inflación, sino también a un aumento en sus perspectivas futuras.
Esta decisión se da en el contexto de una creciente presión sobre los mercados de bonos de mediano y largo plazo, al mismo tiempo que sobre el mercado cambiario. La irresponsable discusión en el Congreso sobre un cuarto retiro de los fondos previsionales, así como de un segundo anticipo en rentas vitalicias, no solo ha restringido —posiblemente de manera estructural— a los principales demandantes de bonos de largo plazo, sino que amenaza seriamente la propia estabilidad de las instituciones. De este modo, el apetito por inversiones de mediano plazo se encuentra hoy detenido. Ello está deteriorando las condiciones de financiamiento, lo que se ve reflejado en las alzas históricas de los instrumentos de deuda de largo plazo. El fuerte aumento en la tasa de interés de política monetaria podría aliviar parte de esas tensiones, en la medida en que logre señalar al mercado que la convergencia a un nivel más coherente con el escenario macroeconómico se encuentra más cerca.
A su vez, la aguda depreciación de la moneda nacional en las últimas semanas evidencia que también el apetito por pesos ha caído, y que un importante proceso de salida de capitales se encuentra en desarrollo. La preocupación por los vaivenes políticos y la casi nula sensibilidad de los candidatos de oposición frente a las consecuencias macroeconómicas de sus acciones constituyen una seria amenaza para los inversionistas. La caída del peso es un elemento relevante de la inflación importada, y es razonable que el Banco Central —en medio de esta preocupación inflacionaria y financiera— termine con su programa de compra de divisas.
Las presiones inflacionarias en Chile tienen un importante componente doméstico, tanto por la presión de demanda como por el efecto cambiario, y están siendo acompañadas de agudas tensiones financieras. Ello representa un reto mayúsculo para el quehacer de la autoridad monetaria, que deberá administrar sus instrumentos para cautelar la estabilidad de precios. En un escenario de profundo debilitamiento de las instituciones y de irresponsabilidad generalizada entre los actores políticos, la actitud de un Banco Central efectivamente comprometido con su misión institucional, aun al costo de enfrentar críticas demagógicas como las que se han oído en estos días, resalta de un modo particular y debe ser reconocida.