Señor Director:

En carta publicada este domingo, Elizabeth Bunster relata el sentido testimonio de una mujer que se hizo un aborto ilegal, quien hoy “lamenta el dolor y la soledad” de esa decisión.

Las posibles consecuencias a largo plazo de la experiencia de un aborto provocado han sido ampliamente debatidas en la literatura especializada, habiendo relativo consenso de los problemas metodológicos para poder determinar si es la experiencia del aborto o las circunstancias que hacen que una mujer tome esta decisión, lo que se puede asociar a problemas de salud mental a largo plazo.

En una reciente revisión sobre la materia (Major et al., Abortion and Mental Health, Evaluating the Evidence, 2018), los autores señalan que los estudios más rigurosos realizados en EE.UU. muestran que el riesgo relativo de problemas de salud mental en mujeres adultas que tienen un aborto legal en el primer trimestre no es mayor que el que experimentan mujeres que llevan a término un embarazo no deseado. Por lo tanto, la evidencia disponible no permite esclarecer si la asociación entre problemas de salud mental y el aborto esté causada por el aborto per se, o por aquellos factores preexistentes o concurrentes.

Si bien la mayoría de las mujeres que acceden a un aborto legal no experimentan problemas de salud mental, algunas, tal como lo señala en su carta la señora Elizabeth respecto de mujeres que se han realizado abortos ilegales, sí lo hacen, por lo que es importante que la diversidad de experiencias de las mujeres en esta materia sea reconocida, validada y comprendida. Con todo, el argumento de las posibles consecuencias en la salud mental de las mujeres que se realizan un aborto ilegal no es fundamento suficiente para argumentar a favor o en contra de la despenalización o legalización del aborto libre.

Sofía Salas Ibarra
Centro de Bioética, Facultad de Medicina
Clínica Alemana Universidad del Desarrollo