“La viruela se ha extendido a más de treinta ciudades y poblaciones rurales del país, lo cual exige una inmediata acción de las autoridades para combatirla”, consignaba “El Mercurio” el 18 de septiembre de 1921.

En efecto, la enfermedad contagiosa alcanzaba niveles de epidemia en Chile, colapsando los lazaretos. El de Santiago, por ejemplo, ya no podía recibir más variolosos por falta de camas. Incluso se colocaban de dos y hasta tres enfermos por lecho.

Y si bien existían vacunatorios gratuitos —ya se había inoculado a 350 mil personas en la capital—, muchas no concurrían. Algunas por falta de tiempo o información, otras porque desconfiaban de la inoculación. De ahí que el gobierno solicitara ayuda a los funcionarios eclesiásticos con la propaganda popular.

Lo cierto es que el 22 de septiembre el Ministerio del Interior resolvió intensificar el plan de profilaxis contra este flagelo. La idea era inocular a la población casa por casa.

El director general de Sanidad de ese entonces —el reputado doctor Ramón Corbalán Melgarejo— informaba que la campaña comenzaría por el barrio más amagado. Con ayuda extra de personal del ejército y estudiantes de medicina, “se tomarán tantas manzanas que puedan abarcarse en un día, y con las cartas del censo se anotarán los nombres de los que estén vacunados y los que no lo estén, para inocularlos o reinocularlos, según el caso, y darles el certificado correspondiente”. Cabe destacar que dicho documento era el “pase” para la libre circulación y poder embarcarse.

Por otra parte, se advertía al público que quienes no se vacunaran y luego presentasen la enfermedad serían multados. Asimismo, el programa incluía dosis de refuerzo: “Del quinto al octavo día se procederá por las mismas comisiones a controlar el resultado de la vacunación, y en los de primera aplicación, sin brote, se repetirá la dosis 12 a 15 días después”. Igualmente, se informaba que en los andenes de las Estaciones del Norte y Alameda se instalarían servicios especiales de inoculación. En tanto, en los caminos de acceso a la capital habría vacunatorios ambulantes.