La mayoría de los actores de “La Francisca”, el debut de Rodrigo Litorriaga, no son profesionales, y quizás podrían serlo a partir de esta experiencia, porque Javiera Gallardo, que es Francisca, construye un personaje creíble para esa joven de Tocopilla que desde sus sueños y belleza morena anhela un mundo distinto al que le tocó.
El director se encanta con el paisaje urbano y humano, filma con dron incluido y sigue las esquinas, autoconstrucción, colores, el interior de las casas y el puerto.
Hay películas que en el futuro distante, su primer valor, serán las imágenes documentales de una ciudad del norte chileno en el 2020, aproximadamente. Así era, así se vivía y esos eran los rostros.
Son actores, entonces, no profesionales y esto vale para Varinia Canto Vila, que es Paty, su madre, y para Roberto Flores, su padre. Ella es la mujer abnegada y trabajadora que tolera lo intolerable: un marido que se emborracha día por medio y donde se presiente la violencia de alguien enrabiado que no entiende la enfermedad de Diego (Aatos Flores), un hijo ensimismado, sin palabras y podría ser autismo, dicen.
Aatos Flores, el niño, en rigor ya actuó en una película previa y belga, porque “La Francisca” es una coproducción chileno europea, y Fernando, el profesor del colegio, lo interpreta Francisco Ossa, acaso el único actor experimentado, porque los otros personajes que rondan a la protagonista tampoco son profesionales, pero sacan adelante sus roles: Pato (Daniel Contreras), el chico de la moto, que bien podría ser el que la rescate, y su amiga Yéssica (Carolina Alvarado), que está con suerte, se muda a Santiago.
La película parte costumbrista, termina en tragedia y contiene un subtítulo ambicioso, “Una juventud chilena”, lo que hace aún más inentendible la promesa anacrónica de Yéssica a su amiga, a propósito de su partida: “Te mandaré postales”.
No solo la juventud chilena, también la belga, ya no se envía postales ni nada parecido.
Es la primera película de Ricardo Litorriaga y el rodaje y sus vericuetos, pueden ser la explicación para las postales y para lo siguiente: Dos turistas extranjeros, porque Francisca está pensando en irse, la recogen y llevan rumbo a Iquique, para una secuencia que parte a los 58 minutos y se extiende por dos y algo.
Cuando se sube viste blusa morada con brillos, aros en argolla y sin equipaje, porque acaba de salir de una discoteca.
En pleno viaje dormita en el asiento trasero, pelo suelto, sin aros y polerón, que es cuando divisan una casa abandonada y se encaminan hacia el lugar.
El auto se detiene y Francisca se baja con el pelo en tomate, viste polera y ahora lleva un aro, tipo piercing, adosado a su oreja izquierda.
El problema de continuidad es evidente y si el director no se dio cuenta, quiere decir que aún le falta para ser profesional; si lo hizo y no le importó, le falta todavía más.
En suma: le falta.
Chile-Bélgica-Francia, 2020. Director: Rodrigo Litorriaga. Con: Javiera Gallardo, Aatos Flores, Francisco Ossa. 82 minutos. Punto Play.