“Que un notario tenga que seguir trabajando después de muerto es la evidencia final que comprueba que las jubilaciones en Chile son miserables”, me escribió el viernes un amigo del Frente Amplio, medio-en-broma-medio-en-serio, seguramente copiando algún meme de la semana, pero dejando entrever que se estaba divirtiendo con lo que le ocurrió al candidato presidencial de la Lista del Pueblo, Diego Ancalao.
Como ya saben de sobra, el bueno de Ancalao quedó fuera de carrera por presentar ante el Servicio Electoral más de 20 mil firmas improbables, truchas, fantasmas, autorizadas por un notario igualmente fantasma.
Yo sé por qué mi amigo del Frente Amplio festinaba tanto con la fatalidad de Ancalao: se sintió aliviado, porque el abanderado de la Lista del Pueblo era una pésima noticia para Gabriel Boric. Ancalao era joven (“es” joven, obvio, pero lo digo en pasado porque para estos efectos feneció), tenía apellido mapuche, bien buena pinta y era prácticamente desconocido a nivel masivo. Es decir, tenía varios de los atributos que hoy por hoy el electorado premia. Y por eso le iba a hacer daño a Boric en la campaña presidencial, porque apelaría a su mismo electorado. Probablemente por eso varios de los mejores chistes sobre este asunto me llegaron en WhatsApps de mis amigos del Frente Amplio. El que más me gustó fue ese en que la Lista del Pueblo iba al cementerio a buscar un abogado muerto para querellarse contra Ancalao por presentar firmas visadas por el notario finado. Para litigar en la misma liga.
En todo caso, los amigos del Frente Amplio no pueden cantar victoria total. Porque si bien Marco Enríquez-Ominami también es una presencia fantasmal en la política (la semana pasada lo expliqué en detalle en este mismo espacio), igual estará en la papeleta en la elección de noviembre e igual le quitará votos a Gabriel Boric. Sorry por aquello.
Pero eso no es lo más grave de este espeluznante episodio. Lo verdaderamente aterrador es que el fantasma del notario seguirá rondando en nuestra política durante un buen rato y provocará escalofríos en diversos salones y no pocas reuniones de Zoom.
Porque ¿cuántos candidatos más de la Lista del Pueblo recurrieron al mismo notario extinto para validar sus incursiones electorales? ¿Habrá constituyentes electos de la Lista del Pueblo que recurrieron a la “sucursal virtual” de la notaría fantasma? ¿Si usaron firmas fantasmas para ser electos, los convierte eso en constituyentes fantasmas? ¿Pasarán a ser, de “espectaculares” (como se sentían ellos), a “espectrales”? Qué espanto. Esto se ve feo-feo, como la decoración del tren fantasma.
Al final, Ancalao, quien ilusionó a la Lista del Pueblo con conseguir el poder total, terminó siendo algo así como un bacalao: amargo, pesado, indigerible. Ancalao, un bacalao trucho.
Pero su desplome le hizo la semana al Frente Amplio y a Gabriel Boric; habrá que al menos reconocerle eso.