La diputada Joanna Pérez (DC) no se alineó con la postura de la precandidata DC Yasna Provoste en la votación del proyecto de aborto en las primeras catorce semanas de gestación. ¿Cuál de las dos parlamentarias representa a la Democracia Cristiana? Si se atiende a la mayoría de sus diputados y senadores, Provoste es quien mejor se identifica con su agrupación política. Pero, ¿de qué partido estamos hablando? No ciertamente de la Democracia Cristiana de Eduardo Frei Montalva o de Bernardo Leighton. Tampoco de esa agrupación política que en su V Congreso Ideológico de 2007 reiteraba su apego irrestricto al derecho a la vida y su oposición al aborto directo o procurado. Por eso, si uno quiere buscar el partido en su versión original, tendrá que buscarlo en Pérez y los tres diputados que comparten su postura.
De más está decir que los partidos pueden cambiar, pero hay cambios y cambios. En algunos casos, se trata de aplicar los principios de siempre a realidades no previstas en el proyecto original. Sin embargo, en otras ocasiones estamos simplemente en presencia de una renuncia. De todas formas, uno esperaría que un cambio de esta envergadura fuera acompañado de razones de especial calado. Ahora bien, si se examinan las declaraciones de Provoste es inevitable quedar decepcionados, no por el mayor o menor acuerdo que tengamos con ella, sino porque no ofrece explicaciones suficientes.
Para comenzar, ella dice que es partidaria de la “despenalización” y, al mismo tiempo, afirma que se trata de una materia de derechos humanos. Estas explicaciones son incompatibles. En efecto, la despenalización significa que se reconoce que una conducta es ilegítima, pero renunciamos a castigarla por determinadas razones. Los derechos humanos, en cambio, protegen bienes, de modo que si el aborto es uno de ellos, no tiene sentido hablar de despenalización.
Además, si el aborto, como sostiene Provoste, se enmarca en los derechos humanos, ¿por qué le pone como límite las catorce semanas? En esto me parece que los partidarios del aborto libre, aunque estén equivocados, son más coherentes que las explicaciones de la presidenciable DC.
También resulta sorprendente que el derecho —que, por definición, es el medio de proteger a los débiles—, sea utilizado para justificar su eliminación. Por supuesto que uno puede decir que un ser humano de catorce semanas no es más que un aglomerado de células, aunque tenga cerebro, estómago, extremidades con manos y pies, vejiga y corazón. Pero no parece que Provoste piense precisamente eso, de modo que no resulta claro por qué considera que su posible eliminación puede constituir el contenido de un derecho de alguien.
Incluso se puede saber con bastante certeza si será niña o niño, de modo que es paradójico que se plantee el aborto como una cuestión de derechos de las mujeres. No solo es una práctica que fomenta la irresponsabilidad masculina, sino que no puede olvidarse que también hay mujeres entre las víctimas del aborto. Para evitar esta objeción, tendría que negar la condición humana de las no nacidas o decir que hay individuos de la especie humana que no son personas. No faltan quienes sostienen esa tesis; ahora bien, ¿es eso lo que piensa Provoste? Me costaría creerlo.
Por otra parte, es sorprendente su tendencia a entender la propia postura sobre esta materia como una cuestión de fe religiosa. Ciertamente hay argumentos a favor del aborto (Peter Singer, Judith Thomson y Ronald Dworkin los han dado), pero pensar que únicamente son razones religiosas las que llevan a oponerse a él me parece que constituye un insulto a la inteligencia de los no creyentes; implica considerar que los agnósticos y ateos serían incapaces de entender los argumentos que entregan Mary Ann Glendon, Robert Spaemann, John Finnis, y tantos otros que han escrito sobre el tema sobre bases puramente filosóficas.
La visión de Yasna Provoste es distinta. En relación con el voto de la diputada Pérez, señaló que en estas materias de derechos humanos “no se puede poner la fe o la forma de mirar la vida”, cuando “aspiramos a responsabilidades de Estado”. Resulta incomprensible que una candidata presidencial pretenda que quienes ocupan cargos públicos deban actuar como si carecieran incluso de una forma de mirar la vida. Curiosa neutralidad la de Provoste, que parece no ser contradicha por su postura a favor del aborto, como si esta pudiera ser neutral y no tuviese detrás una determinada cosmovisión. Parece no ser consciente de que no existe neutralidad en política. Con todo, ¿por qué habría de preocuparse, por ejemplo, de los desempleados, de la trata de personas, o de la justicia en las relaciones laborales, si no es porque tiene una forma de mirar la vida?
Tenemos, en suma, un doble problema: descubrir quién representa realmente a la DC, si Pérez o Provoste, y saber si la precandidata que quiere gobernar Chile es esa mujer que ha mostrado altura republicana durante este año o la que realiza estas declaraciones que, en el mejor de los casos, parecen precipitadas y repletas de contradicciones. Mientras no se aclaren estas cuestiones no sabremos qué es la DC ni quién es Yasna Provoste.