Hay personas que son la cabeza de un gobierno, el jefe de un Estado, o hasta un monarca y, sin embargo, no tienen el poder. Uno puede sentarse en la cabecera de la mesa, en el mismísimo trono, y no ser escuchado. Uno podría llevar la batuta sin ser capaz de marcar el ritmo. Uno puede poner la plata, pero no poner la música. Uno podría ser el que ronca en la casa, pero igual ser el único que no logra dormir. Uno podría ser la fuerza pública, pero ser débil y no lograr poner orden público.
En cambio, hay otras personas que sin haber llegado al poder ya lo ejercen.
Es el caso de Sebastián Sichel. Esta semana hizo una demostración de autoridad sin siquiera subir la voz. Me recordó a mi abuela: bastaba que levantara un poco la ceja derecha para irradiar un poder incontrarrestable en toda la familia. Nunca me atreví a decirle “bájame la ceja”.
Sichel no usó un gesto corporal para empoderarse, sino que recurrió a un concepto implícito: el de una foto.
“El que se mueve no sale en la foto”, advertía Michelle Bachelet, recién electa Presidenta por primera vez, a quienes se le acercaban para proponerse para cargos en el gobierno. Le molestaban los pedigüeños y los espantaba con ese dicho popular. La señora parecía disfrutar de ese poder, el de tocar con su varita mágica a personas que querían acceder al poder. Ella lo usaba para premiar, para compensar, o para expresar cariño, como cuando nombró a su hijo como “primer damo”.
No sabemos cómo ejercerá el poder Sichel si llega a La Moneda, si tendrá forma de zanahoria o de garrote. Pero por lo visto esta semana, lo ejercerá con nitidez.
Lo suyo no es “el que se mueve no sale en la foto”. Su mensaje fue otro: “El que se porta mal no se saca foto conmigo”. El eslogan rima menos que el dicho bacheletiano, pero da más susto.
Es que si uno es un parlamentario de derecha que lleva no pocos años en el oficio, que tiene ya sus canas (peor si es hombre) y que hace política en formato antiguo, tiene la pista bien pesada para ser reelecto. Su solución, entonces, es sacarse una foto de campaña con Sichel, para que él le convide un poco de su aura independiente, novedosa y ondera.
“Los estaré observando”, les dijo, como si hablara desde-el-más-allá. “Si apoyan el cuarto retiro del 10%, olvídense de pedirme después apoyo para la campaña”, agregó. No sé si lo dijo exactamente así, porque lo escuché en la radio mientras manejaba y no pude parar a tomar nota. Pero era la idea. Tampoco recuerdo que haya dicho nada sobre sacarse una foto de campaña con el candidato, pero estoy seguro de que lo pensó.
¿Y si varios parlamentarios de derecha se vuelven a tentar con subirse a la ola populista y deciden igual votar a favor del cuarto retiro? Mejor para Sichel. Se le hará más fácil la tarea de ayudar a renovar el elenco parlamentario de la derecha con personas que sí voten de manera coherente con las ideas que dicen defender.
Por eso, quizás no sea malo que los que se portaron mal antes se vuelvan a portar mal ahora, para que, sin el apoyo de Sichel, pierdan su escaño frente a gente nueva que refresque el aire y actúe con mayor honestidad intelectual-legislativa.