Chile entero, hace unas semanas, estuvo cerca del despeñadero, según advertían los analistas y especialistas.
Es efectivo que lo peor para el país no sucedió, y el resultado, en los hechos, contuvo y relegó la amenaza, pero el peligro no está desactivado, al contrario, se mantiene agazapado y esperando.
Es un proceso secuencial donde la primera versión se oculta en la segunda versión.
Es la variante clásica: primero el lobo magallánico y ahora la oveja, también magallánica.
A los que hablan de bajar la guardia y cambiar de estrategia, porque lo peor no ocurrió, de inmediato les digo: no, ahora no sucedió, pero permanece y está mutando.
La transmisión cambió de mano y rostro, y se vistió con otro ropaje. Incluso no parece tan dañina y extrema, porque el engaño y la simulación son parte de su programa y están en su naturaleza.
Lo hemos visto tantas veces. Está sucediendo de nuevo y para estudiarlo con perspectiva global, lo mejor es salir de las regiones de Chile y visitar la Guayana venezolana, la provincia cubana de Matanzas, el altiplano boliviano de Oruro o las sierras pampeanas argentinas.
¿Qué va a descubrir? Que es el mismo fenómeno y eso lo agrava aún más, primero un eslabón, luego otro y después será tarde para América Latina. Van cayendo contaminados unos con otros. ¡Y al final no se puede romper la cadena!
Los chilenos, por ahora, lo detuvimos, pero no bajemos la guardia.
Acá no hay discurso alarmista ni exagerado, pero no seamos ingenuos, por favor. Fuimos capaces de contenerlo, pero estos procesos no terminan por resultados circunstanciales. No es tan fácil. La amenaza sigue ahí, larvada, latente, aguardando.
Debemos protegernos y lo primero es sacarse la idea de que lo peor ya pasó y nos salvamos. No, no nos hemos librado aún, incluso más: lo de ahora podría ser peor y por eso hay que mantenerse unidos, alerta y con las defensas altas.
La prensa tiene la misión de advertirlo y combatirlo. Lo hizo y lo seguirá haciendo. También los columnistas, por modestos que sean, deben asumir sin dudas ni caretas su deber, por una razón sencilla de entender: Chile está primero, segundo y tercero.
Así que léalo con todas sus letras: la pandemia todavía circula de Arica a Magallanes y por cada región y país de América Latina.
Sabemos de las variantes, también de la Delta, y las hemos detectado y encapsulado, pero son capaces de mutar y seguir activas.
Agazapadas en las sombras y escondidas en la mentira de que superamos lo peor, que podía caer en el crudo invierno y a mitad de julio, como temían los especialistas. No fue así, por fortuna, pero las cepas modifican su estructura, cambian de secuencia e infectan de nuevo.
Sabemos quiénes son los primeros: chacoteros eternos, fiesteros impenitentes y porfiados de siempre, gente irresponsable e indolente que no guarda distancia y no utiliza mascarillas.
Se lo dice y advierte este columnista: la pandemia, en estos momentos, es un lobo vestido con piel de oveja.
Cuídese y cuide. La patria está primero.
Mire debajo de la cama y bajo las piedras.
No se contagie ni contagie a los demás.
No se convierta en tonto útil o en tonta útil.