La Universidad Católica vivió días de contrastes. El fin de semana anterior cuajó un pálido empate sin goles frente a Colo Colo jugando en San Carlos de Apoquindo y si bien quedó claro que estuvo lejos de un nivel siquiera aceptable (poco se aproximó al pórtico albo) se entendía que tanta pasividad se debió a que se cuidó para su verdadera batalla del mes: el partido de vuelta contra Palmeiras, en el que aspiraba revertir el 1-0 en contra de la ida para seguir viva en la Copa Libertadores.
Pero no le resultó.
Pese a que recibió solo un gol en el desquite con los paulistas, la UC mantuvo abiertas las dudas. Los cruzados solo contaron con la gran actuación de su arquero Sebastián Pérez —y la complicidad de los palos— para no llevarse una goleada del fortín del “Verdao”, dejando la sensación de que el entrenador Gustavo Poyet, en el plano internacional, no pudo dar con la tecla precisa para que el equipo alcanzara los rendimientos esperados (o soñados) por sus hinchas.
La sensación, sin embargo, cambió en buena medida en su retorno a la competición doméstica, en la que derrotó a O'Higgins (3-0), lo que unido a los empates de Audax Italiano y de Unión La Calera, la catapultaron a su lugar habitual en los últimos años: el primer puesto del torneo nacional.
¿Se puede hablar entonces de una recuperación definitiva de los cruzados? ¿Se podría afirmar que Poyet ya dio con la tecla precisa para poner nuevamente a la UC como principal candidato al título? Pareciera que sí, pero por ahora parece demasiado riesgoso apostar todas las fichas a la positividad de esas interrogantes.
La UC tiene varios elementos a favor, qué duda cabe. Sigue siendo el plantel más numeroso y heterogéneo del fútbol chileno, con dos o más alternativas por puesto, lo que anticipa que, tal como ha pasado en los últimos torneos, puede mantener niveles superiores a la gran mayoría de sus rivales.
No es todo. La Católica carece de presiones exacerbadas a diferencia de los otros candidatos, naturales o eventuales, al título. Cierto es que lograr un inédito tetracampeonato en algún momento puede convertirse en una carga, pero nunca a la altura de la que vivirán otros elencos que, ya sea por falta de logros o por reivindicaciones, estarán con la soga al cuello en términos de exigencias internas y externas.
Pero no todo pinta tan bien para los cruzados. Porque si bien hubo pasos adelante en materia de propuestas, es un hecho que la UC de Poyet no es un equipo que haya cesado de buscar alternativas y nombres, lo que revela cierto grado de indefinición.
¿Cuántos jugadores titulares inamovibles tiene hoy? ¿Hay un solo esquema táctico o son varios los que intenta establecer? ¿Quién es el volante conductor? ¿Tiene peso ofensivo determinante y constante si Zampedri no anota?
Son preguntas sin respuestas. Claro, es injusto y hasta exagerado traspasar a la Católica toda la responsabilidad de la estelaridad y contundencia futbolística de la competencia local. Otros tienen mayores desafíos y obligaciones. Pero es que la UC ha hecho que elevemos los estándares. Es la parte que hay que pagar cuando estás acostumbrado a ser el mejor.