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Editorial
Lunes 26 de julio de 2021
Bolivia, complot inverosímil
Al asumir, el Presidente de Bolivia, Luis Arce, y especialmente su vicepresidente, David Choquehuanca, tuvieron expresiones de moderación ante sus opositores. Con el retorno de Evo Morales la situación ha cambiado.
La influencia de Morales es creciente, a pesar de la victoria de la oposición en las últimas elecciones de gobernadores y alcaldes, sector que obtuvo 7 de las 9 gobernaciones en disputa, y las alcaldías de las ciudades más pobladas: La Paz, Santa Cruz, El Alto y Cochabamba.
La reacción ante esa derrota ha sido la de extremar la dureza del régimen. La expresidenta Áñez lleva ya seis meses de “prisión preventiva”, encarcelada al igual que varios de sus exministros.
Al mismo tiempo, se ha hecho imperativo limpiar la imagen de Evo y de lo que fue su caída en 2019. Ese año, en medio de las protestas tras ser reelecto en cuestionados comicios —acusados de fraudulentos por la OEA—, terminó renunciando al cargo y huyendo apresuradamente del país, dejando entregados a su suerte a sus adherentes que, como los cocaleros del Chapare, en Cochabamba, dirigieron la resistencia contra el gobierno de Áñez. El mejoramiento de la imagen de Morales resulta indispensable, dada su aspiración de retornar al poder como Presidente al término del mandato de Arce.
Con tal propósito, se ha recurrido al antiguo recurso de denunciar un supuesto “complot del imperialismo”, dirigido desde Estados Unidos y con la asistencia de regímenes de derecha de la región, la OEA y la Unión Europea, que habrían estimulado un supuesto golpe de Estado en contra de Evo. Los salientes gobiernos de los presidentes Moreno, de Ecuador, y Macri, de Argentina, han sido los principales acusados de proveer armamento y otros medios represivos, mencionándose también a Brasil y Chile. Ante el silencio aquiescente de Arce, los ministros de Defensa y el vocero presidencial han llevado el liderazgo en esas teorías conspirativas. Según estas, el entonces Presidente ecuatoriano envió gas lacrimógeno a Bolivia y el argentino, armamento y municiones para las Fuerzas Armadas.
Lo real fue que en momentos de convulsión interna boliviana se despachó un destacamento de la Gendarmería, portadora de armamento para proteger la Embajada en La Paz, en un vuelo autorizado y con declaración del armamento y pertrechos ante las autoridades bolivianas. Puesto que Argentina enfrenta en los próximos meses una importante elección parlamentaria, en que las fuerzas moderadas que representara Macri compiten con las oficialistas, existiendo además —al igual que en Bolivia— una dualidad de poderes, la acusación contra el exmandatario y sus ministros de entonces ha sido dada por cierta por el Presidente Fernández, equivalente al boliviano Arce en su dependencia por la superior influencia de sus respectivos caudillos, Evo y Cristina.
Las falsas acusaciones conspirativas son otra manifestación de irresponsabilidad en la conducción de las relaciones exteriores bolivianas, disipando la posibilidad de que los intentos del Gobierno de Chile de iniciar una nueva etapa en su relación con La Paz fructifiquen sobre bases realistas.
Sanciones a Cuba
Contraviniendo la promesa del Presidente Biden de pronta flexibilización de las relaciones de Estados Unidos con Cuba, su administración ha realizado anuncios de sanciones focalizadas en el ministro de Defensa de la isla, general Álvaro López Miera, e integrantes de fuerzas especiales, lo mismo que hiciera Donald Trump con otros militares al final de su mandato.
Después de un prolongado silencio sobre el régimen cubano, Biden profirió duras críticas por la sostenida represión y encarcelamiento de disidentes, agravados durante las masivas manifestaciones de este mes en protesta por el desabastecimiento, desmanejo de la pandemia, fracaso del sistema económico —con una caída del producto superior a dos dígitos el año pasado— y ausencia de libertades.
Sucesivas han sido las sanciones a Cuba, iniciadas en 1962 por John F. Kennedy. La excepción fue el significativo acercamiento durante la administración de Barack Obama, con su visita presidencial mediada por el Papa Francisco en 2016, que derivó en el restablecimiento de relaciones diplomáticas, intercambio de embajadores, facilitación de viajes, ampliaciones de las remesas, exclusión de la lista de países que promueven el terrorismo y otros acercamientos, casi todos revertidos por Trump.
Es reconocido que las sanciones han debilitado al gobierno cubano, aunque no han servido para aislarlo y reemplazarlo por otro sobre bases democráticas. En cambio, son evidentes los injustos costos para el grueso de la población, por agravar las condiciones de vida de millones de inocentes y además servir al régimen de argumento para mantenerse en el poder. De allí la tendencia a personalizar las sanciones, lo que las hace simbólicas en la mayoría de los casos, cuando los afectados ocultan o carecen de patrimonio en el exterior o solo visitan países afines.
Para distanciarse de las políticas duras de Trump y a la vez descomprimir la presión por mayor firmeza patrocinada por un centenar de congresistas republicanos y demócratas encabezados por el presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Robert Menéndez, Biden anticipó que se estudian medidas adicionales focalizadas y un plan de acceso masivo a internet para los cubanos. No se descarta que aumente la cuota anual de migrantes de la isla y tampoco un sistema de remesas que elimine su costo y esté fuera del control estatal. Numerosos congresistas desconfían de su firmeza, por su apoyo a la flexibilidad durante Obama, y promueven alianzas entre las democracias europeas y americanas para convenir mayores condenas y acciones de aislamiento.