Este domingo se eligen los candidatos presidenciales de dos de los tres bloques políticos más importantes del país. Independiente de su signo, el próximo gobierno enfrentará un escenario de gran complejidad. Una población con altas expectativas de mejoramiento de sus condiciones de vida después de un masivo movimiento social, una sociedad polarizada; un proceso constituyente con una Convención que, a veces, parece querer convertirse en un cuarto poder; instituciones débiles y atacadas por algunos sectores, incluso de manera violenta. Todo esto tendrá especial impacto en el proceso de recuperación de la economía, golpeada especialmente por la pandemia.
En este contexto, los mayores desafíos para el futuro equipo económico serán la regularización fiscal y el empleo. Respecto del primer punto, el Ministerio de Hacienda entregó esta semana el Informe de Finanzas Públicas Segundo Trimestre 2021. El documento plantea que, pese a que este año el crecimiento de la economía será de un 7,5% y el de la recaudación fiscal un 33,4%, tendremos un déficit fiscal efectivo de un 7,1%. Esto implica que la deuda bruta terminará siendo un 8,2% mayor que lo pronosticado en el informe de Hacienda de marzo. El aumento del gasto de un 27% este año es justificado, sin duda alguna. El mismo informe estima que la deuda pública alcanzaría un 38,5% del PIB en el 2025, un nivel de deuda sostenible, pero ello suponiendo una reducción del gasto público cercano al 20% para el próximo año, dado que se requiere pasar del déficit actual de un 7,1% PIB a un 1,9% para el 2022.
Esa reducción estimada resulta difícil y aun más compleja si se considera que, al mismo tiempo que se informaba que el nivel de actividad de mayo era igual al de febrero 2020, prepandemia, se comunicaba que el empleo en el mismo período era un millón más bajo que en febrero del año pasado.
Con estos datos, queda claro que la prioridad del próximo gobierno debe ser el empleo. Por desgracia, no ha sido un tema central en los debates, en circunstancias de que se requerirán recursos para fomentar la creación de puestos de trabajo. Según la OCDE, Chile recuperará su nivel de empleo prepandemia a fines de 2024, a diferencia del promedio de los países de la OCDE que lo lograrían en la última parte de 2022. Magna tarea tenemos.
Las actividades de alojamiento y de servicio de comidas se han visto muy afectadas por el distanciamiento social. El relajamiento de las restricciones sanitarias debería traducirse en una creación más rápida de empleo. Lo mismo debería ocurrir en transporte. Pero la recuperación de estos dos sectores no implicaría más de 250 mil empleos. Comercio, el otro sector fuertemente afectado por la pandemia, aún está 250 mil empleos bajo su nivel prepandemia. Pero la fuerte recuperación del consumo por los planes de apoyo a los hogares y el uso de los recursos de los fondos de pensiones no aumentó el empleo. Todo indica que el cambio tecnológico reducirá fuertemente su demanda de trabajo. Una situación similar, pero en menor escala, puede explicar los 80 mil empleos que ha perdido la empresa de manufactura. En tanto, el sector construcción sigue con 70 mil empleos abajo, si se compara con los números previos al covid-19 y, dada la incertidumbre política, es probable que no repunte pronto.
¿Qué medidas tendría que adoptar el próximo gobierno en esta materia? Primero, hacer una transición de aportes monetarios para el consumo de los hogares a importantes políticas de apoyo a la contratación de empleo. Segundo, mover recursos para incentivar las obras públicas y la construcción de viviendas y mejoras de barrios. Un plan potente en vivienda y barrios tiene la virtud de que fomenta el empleo y da más dignidad a los hogares, mejorando su entorno directo, y contribuye a que muchas familias puedan salir de campamentos o de la situación de hacinamiento. Tercero, realizar un plan de apoyo a la reconversión de muchos trabajadores. Esto implica cambios a la capacitación (horas y foco) y a su calidad. Debe ser prioridad al inicio del gobierno. Luego se requiere realizar una reestructuración profunda de nuestro sistema de capacitación.
La próxima presidenta o presidente deberá maniobrar la política y la economía en un entorno complejo y poco predecible, y al igual que un chinchinero, deberá bailar, tocar el tambor con un pie, el acordeón con sus manos, la armónica con su boca, todo ello mientras sostiene el sombrero para recaudar los recursos necesarios.