Señor Director:

La semana pasada, nuestro Cementerio General fue víctima de gravísimos actos vandálicos en los que se dañaron lápidas, tumbas, esculturas, como la de Rebeca Matte, con su obra “Dolor”, además de variados mausoleos —uno de ellos, Premio Nacional de Arquitectura— de expresidentes de Chile.

Instituciones y agentes del mundo político, civil y cultural han levantado la voz repudiando estos actos, realzando el acervo cultural y patrimonial que guardan los cementerios.

Por su parte, la Unesco reconoce la importancia de estos paisajes culturales, pues en ellos “…se representa el dolor humano, el sufrimiento, la muerte, la guerra, la terapia, la reconciliación y la memoria, (que) deben ser tenidos más en consideración, no solamente respecto de su inscripción en la lista del Patrimonio Mundial, sino también por su papel en la conservación, investigación, educación, comprensión mutua y creación de paz” (Declaración de Newcastle, 2005).

Además, me permito agregar, estos lugares cumplen un papel social y simbólico, pues en ellos confluyen la historia, la arquitectura, la estatuaria, el paisaje, los símbolos y la forma en que una sociedad entiende la vida y también la muerte. Pero ante todo, tienen la excepcionalidad de guardar la memoria colectiva e individual de un pueblo.

Detrás de los cobardes actos de la semana pasada, vemos la intención orquestada de agraviar la memoria colectiva de nuestra historia (nos guste esta o no) y, de paso, la memoria individual de tantas familias que con dolor ven la profanación de las tumbas de sus seres queridos.

Sepan quienes cometieron estos actos que la insensatez, mezquindad y cobardía siguen siendo ampliamente sobrepasadas por la búsqueda verdadera de “comprensión mutua y creación de paz” a la que nos invitan lugares tan emblemáticos como nuestro Cementerio General.

Magdalena Dittborn C.
Historiadora