Señor Director:

Carmen Gloria Valladares hizo gala el domingo de gran destreza personal para sobrellevar el difícil comienzo de la Convención Constitucional. Sin embargo, pensar que todo se resume a su liderazgo es decir que tuvimos suerte. Hay algo de eso, pero lo sustantivo es que el tono que utilizó Valladares, la tranquilidad de sus palabras, el apego a la ley y la neutralidad con que asumió el desafío de coordinar a 155 constituyentes electos ilustran una concepción de servicio público que es necesario destacar.

El ideal del servidor público, descrito por Weber en 1947, señala que como el Estado moderno se debe a los ciudadanos debe ser impersonal, sus criterios de funcionamiento deben ser estables y por lo tanto deben regirse por principios que constituyen una estructura racional y jerárquica de gobernanza. Es decir, se rige por reglas claras. Esto permite canalizar el conflicto a través de normas preestablecidas. Las experiencias francesa y alemana lo ilustran bien. En Francia, el Estado burocrático pretendía proteger a la ciudadanía de los vaivenes caóticos de la naciente democracia. En Alemania, era para acotar la arbitrariedad del Kaiser.

Valladares fue un reflejo ejemplar de un valor poco apreciado del funcionamiento del Estado. Las reglas impersonales que lo rigen pueden ser el último bastión de la gobernanza, porque esas reglas reducen la incertidumbre, el vacío de poder.

Al terminar la jornada, los 155 constituyentes aplaudieron de pie a Carmen Gloria Valladares. En silencio los 19 millones de chilenos hacemos lo mismo.

Guillermo Larraín