Se fue la Copa América dejándonos un hecho insólito: por segundo torneo consecutivo los entrenadores en semifinales son los mismos cuatro. La diferencia la marca Reinaldo Rueda, que en la pasada llegó con Chile y ahora con Colombia. En el balance, lo de Chile aparece apenas como discreto para los parámetros establecidos en los últimos años. Desde las aspiraciones directivas hasta las de los propios jugadores dictan un saldo negativo.
La proyección para las clasificatorias tampoco arroja muchas luces positivas. El equipo sigue marcando déficit ofensivo y la presencia de Brereton no alcanzó para mostrarnos nuevas variantes. Las ausencias de Alexis y Palacios no fueron suplidas adecuadamente. Lo positivo pudo ser la larga convivencia —no habrá otra hasta el final del proceso— que entregó unión de grupo, pero otra vez un escaso trabajo táctico.
Mientras eso ocurría en Brasil, en el país dos procesos que se siguen con atención tuvieron tropiezos importantes. Un cada vez más incómodo Gustavo Poyet —que cree ver conspiraciones en los arbitrajes y el periodismo— aún no logra darle solidez defensiva a la Universidad Católica, que quedó eliminada sin siquiera dar batalla en la Copa Chile. La inminente partida de Matías Dituro pareciera indicar que, otra vez, los cruzados desperdiciarán la opción de consolidarse en el plano internacional, donde por vez primera se metieron en las grandes lides. Sin que las figuras emergentes logren afirmarse como titulares, el futuro se ve difuso, sobre todo porque el uruguayo no ha logrado empatía ni entusiasmo.
Peor es lo de la U, que de la mano de Esteban Valencia en la banca sufrió su primer revés al caer ante Fernández Vial, un equipo de pretensiones muy básicas para esta temporada. Independientemente del gran esfuerzo desplegado por los penquistas, el cuadro azul volvió a mostrar una preocupante tendencia al desorden y la ineficacia, de la cual se libra solo a través de los penales de Larrivey. Poco para las expectativas que generó la partida de Dudamel, a quien se le atribuyeron todos los grandes males de este equipo.
A la espera de la llegada de Luis Roggiero, el nuevo gerente técnico, en la nueva administración de la concesionaria deberán decidir —otra vez— si extender un interinato o adelantar la llegada de un nuevo técnico que le dé un pronto sello al equipo. Con una interrogante basal: no sabemos qué piensan o a lo que aspiran los nuevos propietarios. ¿La inversión inicial se mantendrá o habrá quedado diferida hasta el término de este torneo, apostando al mínimo exigible para esta temporada?
Por lo pronto, las definiciones siempre apuntan a lo mismo: debilitar los planteles en el receso. La partida de varios jugadores debería compensarse con nuevas contrataciones, que llegarán, nuevamente, cuando el calendario no permita adaptaciones adecuadas y el mercado casi cerrado. Es la realidad constante de nuestro torneo hasta que el agotador calendario de clasificación a Qatar se nos venga encima.