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Editorial
Lunes 14 de junio de 2021
Significado de una elección
Debe celebrarse la derrota de una estrategia política sustentada en la odiosidad y la polarización.
Tal vez lo más relevante de la segunda vuelta de la elección de gobernadores efectuada ayer sea la derrota de una estrategia política sustentada en la odiosidad y en la pretensión de dividir y polarizar a los ciudadanos. Particularmente en la Región Metropolitana, el Frente Amplio y el Partido Comunista intentaron hacer de la votación no solo una suerte de plebiscito sobre los últimos 30 años —paradójicamente, el período de mayor desarrollo que haya experimentado el país—, sino también un ejercicio de violento repudio a cualquier liderazgo que pudiera disentir de sus propias posturas, resumido en la lamentable consigna “Con un No a Orrego, los botamos a todos”, explícitamente dirigida a la ex-Concertación. Contrariamente a las expectativas de sus impulsores, tal apelación estuvo lejos de motivar a la ciudadanía —de hecho, votó en Santiago un millón de personas menos que en la primera vuelta— y en cambio suscitó un movimiento en sentido contrario, que terminó dándole el triunfo al exintendente democratacristiano al que la izquierda dura llamaba a “botar” y cuya trayectoria ha estado signada por la moderación.
Sin duda, lo ocurrido ofrece un respiro para la centroizquierda agrupada en el pacto Unidad Constituyente, y en especial para la Democracia Cristiana, luego del severo castigo recibido en la elección de convencionales. Con todo, no cabe apresurar conclusiones. Una mirada a los números da cuenta de lo determinante que parece haber sido el comportamiento del electorado de centroderecha para el triunfo de Orrego, quien obtuvo en el distrito 11 —donde el actual oficialismo ha sido históricamente más fuerte— casi un tercio de su votación total. Esto, luego de que todos los presidenciables de Chile Vamos le manifestaran su apoyo, a pesar de la mezquina actitud de la DC hacia la centroderecha —la cual, según afirmaron en las últimas semanas dirigentes falangistas, le haría “mal” a Chile— y de que el propio candidato rehuyera incluso reunirse con quienes le dieron un respaldo incondicionado. En cambio, y paradójicamente, la misma izquierda dura con que una parte de Unidad Constituyente estuvo a punto de suscribir un pacto electoral hace menos de un mes, actuó durante estas semanas como su más inclemente enemigo.
La derrota del PC y el Frente Amplio en la Región Metropolitana ha echado por tierra también la pretensión de esos sectores —y en particular del postulante comunista Daniel Jadue— de presidencializar la elección de ayer. En rigor, si algo muestran los resultados es que el escenario sigue completamente abierto. Al respecto, cabe observar también que, aunque Unidad Constituyente logró triunfos importantes, fue superada por el Frente Amplio en la otra región donde se enfrentaban —Tarapacá—, mientras que la presidenta del Senado, Yasna Provoste —presidenciable in pectore de la DC—, debió sufrir la derrota en su propia región (Atacama) del postulante de su pacto, frente a un independiente apoyado por el PC. En tanto, la centroderecha, que ya en la primera vuelta pagó el precio de no haber entendido la importancia política de la elección de gobernadores y que ayer solo consiguió una victoria —en La Araucanía—, demostró sin embargo seguir siendo una fuerza relevante.