Señor Director:

La valentía y ansias de libertad de Javiera Parada son notables y llegan al alma. Al igual que a ella, la feliz vida de mi familia se vio repentinamente truncada por la barbarie cometida por agentes del Estado en la época de Pinochet. En una sociedad dividida en dos y teñida por el odio, es inevitable que ante una tragedia así sea el dolor quien escoja por nosotros el camino a seguir en la vida.

Es, sin embargo, incomprensible que, tras casi medio siglo en que el país y las problemáticas que enfrenta han cambiado tan profundamente, se insista en mantener y reforzar ese muro que divide y no permite avanzar. Suficiente sufrimiento tuvo ella que soportar desde niña a causa de la tragedia vivida, por lo que me parece que lo mínimo que se merece es que ahora la dejen volar y escoger libremente su propio camino. Su estatura moral empequeñece a sus detractores, que pretenden condenarla de por vida a ser símbolo de ese odio paralizante del cual ella optó por liberarse.

Maravilloso ejemplo es el que nos dan Ignacio Briones y Javiera Parada al atreverse a soñar con un Chile sin divisiones, donde lo que defina a una persona sean sus propios valores, liberados ya de la pesada mochila de esa historia pasada que a estas alturas no debería seguir ni determinándonos ni mucho menos envenenando a nuestra juventud. ¡Bendita libertad!

No me cabe duda de que su padre la estará mirando desde lo alto con orgullo.

María Alicia Ruiz-Tagle Orrego