Las expectativas del inicio de la era de Martín Lasarte como seleccionador no podían ni debían ser más altas que conocer grosso modo —es decir, a modo general sin grandes detalles— las ideas y propuestas del uruguayo para ser desarrolladas a futuro.
Junto con ello, por cierto, era importante visualizar si efectivamente Lasarte cuenta con los jugadores para llevar a cabo esos principios y si sus dirigidos, por lo menos en lo general, están convencidos de dichos planteamientos.
Hay que decir que, en todo ello, el saldo fue positivo.
Veamos.
Aunque estaba la expectativa sobre la opción de un cambio táctico del equipo en razón de las fortalezas y carencias que tiene hoy el fútbol chileno —muchos zagueros centrales de nivel y ningún atacante central clásico, por ejemplo—, Lasarte optó por mantener la tendencia de los últimos años en la Roja desde el punto de vista táctico: 4-1-2-3 (con sus respectivas variantes eventuales).
Claro. Quizás la abundancia de centrales llamaba a una reorganización instaurando una línea de tres, lo que, además de aprovechar el potencial individual de quienes son candidatos a la titularidad, hubiese al menos disimulado una carencia evidente hoy en el plantel: la de los laterales.
Lasarte, sin embargo, prefirió mantener la estructura conocida forzando el desplazamiento del joven defensor central Daniel González como lateral derecho, y entregando pleno apoyo al otro debutante de la jornada ante los bolivianos, Erick Wiemberg, con un resultado, en general, satisfactorio: la defensa chilena no pasó zozobras mayores (aunque el rival no hizo mucho) y se consolidó la propuesta de siempre, lo que produjo comodidad general.
Arriba, en tanto, no solo la ausencia de un “9” clásico aparecía como justificativo para cambiar la apuesta de los tres atacantes. También la poca habitualidad de varios de los elegidos para ser aleros nominales, incluido Fabián Orellana, quien hoy, en Real Valladolid y luego de un proceso de evolución en el fútbol español, es más un mediapunta que un puntero.
Pero Lasarte encontró el acomodo para mantener la idea de los tres atacantes. El mencionado Orellana estuvo mucho tiempo pegado a la raya pese a que tendía a centralizarse para buscar espacios de remate, lo que facilitó el juego del inexperto González como lateral al no estar obligado a ser él quien llegara a la raya de fondo. Por el lado izquierdo, en tanto, el escurridizo Jean Meneses, sin ser un alero clásico, sí tuvo la capacidad de ir construyendo de a poco un surco que, en el segundo tiempo en especial, le permitió a Wiemberg establecerse como un efectivo puntero.
A ello se unió la variante que mostró el veterano Luis Jiménez al atacante que va por el medio. Por cierto, se metió muy poco entre los zagueros centrales bolivianos, pero sí creó un espacio, una parcela propia a espaldas de los volantes de contención que no solo le permitió a él entrar al área con pelota dominada sino que, además, le abrió opciones a los volantes y a los aleros para sumarse como alternativas.
La respuesta de los jugadores a la apuesta táctico-estratégica de Lasarte fue positiva. Nadie dio muestras de incomodidad ni menos salió diciendo que estaba acostumbrado a jugar de otra manera.
Punto para Lasarte. Buen inicio.