Señor Director:

La viralización de un video en que se oyen gritos desde una residencia bajo la custodia del Sename nos obliga a reevaluar las condiciones en que Chile cuida a sus niñas, niños y adolescentes. Están allí porque sus derechos han sido vulnerados en sus familias, y se suma la desidia de las instituciones del Estado.

En el barrio de Ñuñoa en que vivo hay una residencia de lactantes y se escuchan llantos en forma sostenida, a distintas horas del día. Esto no es una cuestión de ruidos molestos ni de trasladar la residencia; preocupa qué pasa con esos pequeños y pequeñas. Vecinas y vecinos alertamos a la Defensoría de la Niñez, que ofició al Sename después de meses para luego señalar que las visitas están programadas y que una fiscalización requeriría sobrecupo. También recurrimos a los tribunales de Familia: la jueza Jeldres ha instruido fiscalizaciones en distintas horas y días de la semana.

Como denunciantes, se nos informa que las condiciones laborales de las cuidadoras redundan en falta de cuidado para lactantes que requieren atenciones especiales. Hay turnos de 12 a 14 horas diarias para tres o cuatro trabajadoras (dependiendo del turno), quienes cuidan a 12 niños. Una escena: una da comida a dos, otra baña a uno y la tercera se encarga del resto. Así nadie puede.

Siempre será fácil cuestionar el trabajo de cuidadoras y cuidadores, pero son las condiciones estructurales las que generan la desprotección. La tercerización de algunos servicios per se tampoco es el problema. Son todas las instituciones, públicas y privadas, las que deben garantizar la protección de la infancia.

Lidia Casas
Centro de DD.HH. UDP