Francisco Covarrubias, en “El ‘milagro' chileno” (13.03.21), encomia con razón el proceso de vacunación local. Lo digo porque me beneficié de sus méritos y los estudié, no por la cita a Radio Mitre de Argentina. La mención carece de comillas, por lo que no se sabe qué fue lo escuchado, y qué lo que piensa quien escribe. La parrafada, en esencia, sostiene: a) Chile parece la Noruega sudamericana; b) hay una enorme distancia con el caos argentino, con la corrupción y en especial con la charlatanería; c) se cayó como un castillo de naipes la dicotomía que instaló Alberto Fernández en la que él cuidaba la salud de los argentinos (estableciendo una de las cuarentenas más largas del mundo), cuando a Piñera solo le preocupaba la economía.
Si aquellas comparaciones mortificaron a Chile ayer, ¿por qué estas no habrían de mortificar a los argentinos hoy? Si en general son poco felices, lo son aún menos las que no aportan cifras y hechos, convirtiéndose en arrebatos denigratorios. Si con “corrupción” se refiere a las vacunaciones privilegiadas, debo citar a Carlos Vergara Ehrenberg: “…tal como en Perú y la Argentina, nadie pudo evitar lo que en Chile se llamó ‘saltarse la fila', lo que fue ampliamente criticado por la gente”. Hay una comparación allí, pero fundada. Si al hablar de “charlatanería”, alude a expresiones de funcionarios públicos, el abordaje a la pandemia fue el resultado de un tortuoso ejercicio de ensayo y error, porque no existían manuales. Si con “caos” quiso decir “desorden”, habría que aclarar a qué aspecto de la experiencia se refiere: si a la lucha contra el virus, al proceso de testeos, a la respuesta sanitaria pública, a la calidad profesional y el compromiso de médicos y enfermeras, o al proceso de vacunación stricto sensu. Según de qué tramo se hable, el orden ha sido mayor o menor.
Luego, lo que el Presidente Fernández dijo el 10 de abril de 2020 fue: “…miren los fallecidos: Brasil, 1.057; Chile, 82; Argentina, 65”. Bastante lejos de expresar que él cuidaba la salud de los argentinos y el Presidente Piñera la economía de Chile. Se dirigió a mi país, donde la oposición hablaba de “infectadura” (la dictadura de la cuarentena). Si algún castillo de naipes se vino abajo, es la credibilidad del opúsculo al que respondo.
Para decirlo todo, reconozco que Covarrubias no es original. No es la primera oportunidad en la que argumentos y hasta epítetos solo admisibles en el marco de la polémica doméstica de mi Patria, son retomados en Chile. No es justo: solo quienes se asumen como parte de una comunidad chileno-argentina deberían poder hacerlo. Pero son precisamente los que reniegan de ella quienes lo hacen, ignorando que a veces la geografía misma es una sugerencia geopolítica.
Me pregunto qué reacción habría en Chile si yo publicase un artículo en Buenos Aires, usando por fuentes de verdad revelada al think tank “Espacio Público”, al académico de la Universidad de Chile Ricardo Baeza-Yates y al senador opositor Juan Pablo Letelier. Seguramente de fastidio. Y a mí, hacer tal cosa me avergonzaría, porque conozco sus posturas críticas, y porque todavía hay mucho camino que recorrer como para bravatas.
Radio Mitre es la prolongación citoplasmática oral del grupo Clarín. Una ojeada a las tapas de las últimas dos semanas del diario bastaría para saber que ocupa un segmento que no simpatiza con el gobierno de mi país. Covarrubias escucha la emisora; bien podría tomarse el trabajo de mirar el periódico. ¿Puede, entonces, ser la única fuente de una opinión seria?
El admirable proceso de vacunación en Chile no merece abogados que ultrajan a quienes solo deseamos aprender lo que nos sea permitido. Se defiende muy bien solo.
Rafael Bielsa
Embajador de Argentina en Chile