A semanas de comenzar el campeonato, siempre que todo se solucione y haya acuerdo, no está de más recordar el final del torneo anterior, que fue hace tan poco.
Decía el poema inglés que al triunfo y a la derrota hay que tratarlos de la misma manera: como dos impostores.
Rudyard Kipling lo escribió y su ánimo fue educativo, pedagógico y fácil de leer: “Si te encuentras con el Triunfo y la Derrota, a estos dos impostores los tratas de igual forma”. Eso es.
¿Será posible enfrentar la victoria con tristeza y angustia, y afrontar la derrota con alegría y esperanza?
No con un sentimiento, sino con varios, uno que esté con un pie en el presente, pero que no olvide el pasado y además se empine sobre el futuro.
Hoy de una manera, mañana de otra y después quién sabe, porque los peldaños son lo que son, pero lo genuino es el camino.
La gente de Coquimbo Unido y Deportes Iquique a lo mejor no conoce el poema, o alguno quizás sí, pero el plantel y cuerpo técnico se comportaron con hidalguía, porque trataron a la derrota como a la victoria, como cosas que pasan y es normal, no se nos va la vida ni la muerte, que en algo se parecen: desde aquí partí y hasta aquí llegué.
Hoy primero, mañana último y después quién sabe. No hay respuesta: solo seguir jugando. Se vertieron valiosas lágrimas, es decir, pocas y sinceras, pero no hubo histerismo ni alaridos, tampoco espectáculos lamentables de jugadores revolcándose entre pasto y mucosidad, entrenadores en trance enfermizo y un par de ayudantes mordiendo desesperadamente el guatero. Se fueron con galanura y por eso, es probable, volverán. Y de nuevo se irán, o no. Nadie lo sabe.
Lo de Colo Colo y su desesperación, en cambio, no fue digno de su historia. Ahora tiene ejemplos a seguir: Coquimbo e Iquique, en ocasiones en coma y entubados, entre rezos y mandas o bien en perfecta salud y compitiendo, aunque bajando y también subiendo, pero entienden que la victoria y la derrota son peldaños impostores.
Colo Colo, por lo visto, no lo sabía, y llegó a pensar que por un partido, que por un miserable partido, se terminaba su historia.
La historia de Colo Colo, Coquimbo e Iquique no se juega en un partido, los equipos son más que eso, son patrimonio, cariño, recuerdos y por supuesto que pasión, como decían en la película argentina.
Son el pasado, que es lo único real.
Son el presente, que se acaba de ir.
Son el futuro, que es el próximo partido, el que viene, después el que sigue y el venidero y nada se acaba con la derrota o el triunfo.
El fútbol, aunque usted no lo crea, es lo más parecido a la eternidad.
En este momento, alguien de la galería debería gritar: “¿Y el empate? ¿Adónde ponís el empate? Sabís que más: al poeta se le olvidó el empate. ¡Y a vos se te olvida todo! ¡Periodista muerto de hambre!”.
El fútbol es lo eterno.
¿Nosotros? Nosotros no somos nada.