La esencia misma de una vida en sociedad es que ningún poder puede ser absoluto. Ni el gobierno ni grupo alguno pueden limitar el derecho de las personas a vivir en paz. Por eso existen normas acordadas y establecidas: es el imperio de la ley. El Estado de Derecho.
Los seres humanos, desde que viven en sociedad, han enfrentado tensión entre dos conceptos igualmente importantes: uno, la necesidad de un orden establecido con una autoridad para impedir la anarquía; el otro, la libertad de las personas, garantizada en la ley, para evitar que la autoridad se vuelva despótica, o que grupos organizados aplasten los derechos de los demás.
Un gobierno democrático tiene la obligación de resolver esa tensión: debe preservar el orden, y garantizar los derechos de todos. A su vez, lo que los individuos deben reconocer es que todo gobierno, y toda sociedad civilizada, implica un contrato social, en el cual se entrega una parte de la libertad en pro del orden colectivo: es el respeto a la ley. A cambio, se obtiene la garantía de que la ley a su vez asegura los derechos a cada uno.
En Chile tenemos que volver a valorar estos aspectos de la vida cívica. Es perfectamente legítimo protestar y exigir cambios a la autoridad, como ocurrió en la marcha pacífica de más de un millón de personas. Pero no es legítimo destruir el patrimonio común, usar la violencia y afectar la vida de los ciudadanos. Los grupos que creen que existe una única verdad y pueden imponerla a todos son la esencia del irrespeto a la libertad.
A pesar de que en Chile tenemos muchas necesidades aún no resueltas, el país es considerado la democracia más consolidada de Latinoamérica. No debemos perder esa cualidad que tanto ha costado construir entre todos. Las nuevas tecnologías y las redes sociales han debilitado muchas estructuras y certidumbres, pero eso no puede conducir al caos. Debemos recuperar nociones compartidas respecto de lo que está bien y lo que está mal. La violencia y el fanatismo no son formas legítimas para imponerse.
Lo que destruye la convivencia social es la prevalencia de grupos que creen tener respuestas únicas, categóricas, y que descartan las ideas de los demás. Es algo que deben tener muy en cuenta los futuros constituyentes: el conflicto es un elemento permanente de las sociedades, porque los seres humanos tenemos una enorme diversidad de ideas y propósitos. Pero la capacidad de resolverlos en paz es la gran diferencia entre una sociedad civilizada y estable, y una caótica y decadente.