Hemos visitado una de las viejas glorias de Maitencillo, el “Unicornio Azul”. Sigue estando en el mismo lugar, con una envidiable vista al mar, y poco ha cambiado en él, salvo para enfrentar mejor las actuales contingencias.
Nos sorprendió la eliminación de su carta de todos los postres (ofrecían antes una estupenda leche asada, nada fácil de hacer bien). En general, una carta breve es siempre encomiable, pero suprimir los postres es demasiado radical. Por otra parte, se nota una especie de simplificación: junto con la lista de pescados (“vapor, frito o plancha”), se pone una lista de guarniciones (10) y de salsas (3) de la cual el comensal puede elegir. O sea, cada cual arma su plato. Echamos de menos entre los pescados aquella excelente “corvina a la mantequilla negra” que se solía comer aquí. Los platos “especiales de la casa”, aquellos en que se luce la destreza del cocinero, son solo 6. Lo demás son entradas en que hay poca intervención culinaria (había erizos, ¡pero no tortilla de ellos!…).
Catamos dos platos “de la casa”. Una paila marina ($11.800) en librillo de greda (en las tiendas venden librillos un poco más grandes), y la nuestra traía un caldo sabroso, pero con presa de congrio poco atractiva y chica, además. No es el plato popular, bien aliñado, que uno encuentra en otras partes, y su mérito fue el punto de cocción de los mariscos: en Chile estos están, por lo general, recocidos; aquí venían en un glorioso “a punto”, que permitió apreciar el par de machas que nos tocaron, igual que los camarones. Gran punto a favor.
El arroz marinero ($10.800) fue un plato enorme de arroz bien aliñado, con un dejo apenas de curry que le dio un toque amarillo (también puede haber sido cúrcuma), y una cantidad adecuada de mariscos surtidos igualmente bien cocidos que en la paila.
Pero tuvimos dos importantes desilusiones. Pedimos un “jardín de mariscos” al vapor para dos ($18.800), consistente en una gran cama de lechuga en “chiffonade” (no había alcuza para aliñarla) con mariscos encima. Pero el título debió haber sido, más bien, “jardín nostálgico de mariscos”: los que había eran de talla casi mínima (como las machitas, recocidas e insípidas), unos “baby ostiones”, algo de carne picada de jaiba (ninguna pinza…), mini almejitas. Los camarones ecuatorianos sí eran de buen porte. Buena mayonesa casera (quizá lactonesa, por lo blanca; pero buena) y cebollita picada. Pensamos que si no hay a mano buenos mariscos, no se los debe poner a decorar el jardín ese día. Mariscos para el recuerdo… Hace falta la revisión de alguien criterioso que vigile cada plato que va saliendo.
La otra desilusión: la atención. Nos sentimos abandonados: pedimos unos cubiertos que jamás llegaron, no había nadie a la vista para pedir auxilio. Poco personal en época veraniega… Resumen: solo para mariscos al natural.
Avda. del Mar 1350, Maitencillo.