Frei no fue asesinado. O al menos no se puede llegar a esa conclusión con los antecedentes que hay. Así lo dijo taxativamente la Novena Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago, por votación unánime de sus tres integrantes. De esta forma, se ha echado por tierra el dictamen que el juez Madrid realizó en enero de 2019, cuando acusó a seis personas por homicidio.
¿Sorpresa? Hasta cierto punto. Era sabida la poca contundencia del fallo de Madrid, aunque no era descabellado pensar que la dictadura hubiera eliminado al principal líder de la oposición de la época.
Nadie se puede ofender por plantear esa posibilidad, porque como dice la vieja frase italiana (atribuida a Giordano Bruno en el siglo XVI): «Se non è vero, è ben trovato» (si no es cierto, podría serlo). Mal que mal, el debilitado Frei estaba en manos de un enemigo con manos ensangrentadas, su entorno estaba infiltrado y existían una serie de “doctores” que tenían credenciales tanto de la Clínica Santa María como de la CNI.
El mismo régimen que mató a un excomandante en jefe, el mismo régimen que mató a un excanciller, el mismo régimen que trató de matar a un exvicepresidente, perfectamente podría haber intentado hacerlo con Frei Montalva.
Pero el fallo no deja espacio a duda: Frei Montalva no falleció por envenenamiento ni por la utilización de un medicamento en fase experimental, sino que murió “como consecuencia de complicaciones médicas” por una intervención quirúrgica de diciembre de 1981, por problemas con una hernia hiatal y un cuadro infeccioso.
Se descartó también el encubrimiento de un delito por parte de los anatomopatólogos de la Universidad Católica, quienes actuaron a vista de todo el personal médico que se encontraba en la clínica y, luego, no ocultaron ni alteraron, sino que, por el contrario, preservaron las muestras tomadas desde el cadáver.
La reacción de Frei hijo —quien durante mucho tiempo atribuyó a “cosas de la Carmen” la tesis del homicidio— fue la esperable. Y legítima. Manifestó “sorpresa” y “decepción”, junto con seguir manteniendo la convicción de que su padre fue asesinado. Sobrio y ponderado, como ha sido toda su trayectoria política.
Muy distinta fue la reacción del presidente de la Democracia Cristiana, Fuad Chahin, y de su candidata presidencial Ximena Rincón. Todo lo que dijeron del “macizo dictamen de la justicia” en el caso del juez Madrid ahora pasó a ser una vergüenza de la misma justicia.
Y más bien la vergüenza radica en esa forma de reaccionar.
Ximena Rincón dijo que el fallo “indigna”, junto con agregar que la verdad no se entiende en este fallo. Chahin fue igual de lejos: “Sabemos que existen, y siempre han existido, distintos círculos que lo que buscan es la impunidad”. Otro diputado DC aventuró otra tesis: “A casi 40 años del magnicidio del presidente Eduardo Frei Montalva, la Corte de Apelaciones de Santiago absuelve a sus asesinos”.
Es decir, hay tres jueces que se han prestado para lograr impunidad en un conjunto de asesinos y que por ende forman parte de una justicia corrupta. Lo que se deriva de las declaraciones del presidente del partido, de su abanderada presidencial y de varios diputados no es aceptable.
Cuán lejos de aquella frase de Ricardo Lagos, incumplida la mayoría de las veces, pero que amerita enmarcarla: “Los fallos no se comentan, se acatan”.
Ahora hay que esperar el fallo final de la Corte Suprema. Es fundamental —otra frase que siempre se trata de impedir que ocurra— “dejar que la justicia actúe”. Lo que no se puede permitir es que el partido Demócrata Cristiano termine llamando a “rodear” la Corte Suprema, amenazando y presionando a los jueces para que logren martirizar a Frei Montalva.
Inevitablemente, es necesario esperar el fallo final. Todavía es posible que surjan nuevos antecedentes. No se puede descartar el homicidio ni tampoco la muerte por la complicación de la operación. Y si bien la verdad es necesaria, la gigante figura de Frei Montalva no cambiará por la causa de su deceso.
En cualquier caso, a los familiares les podremos comprender sus declaraciones emocionadas. Pero a los dirigentes del partido no se les puede volver a tolerar sus declaraciones destempladas.