Uno de los elementos “acelerantes” del así llamado “estallido social” fue la indignación de los ciudadanos ante la impunidad de la que gozaba una élite política y empresarial cuyos variados delitos de “cuello y corbata” (incluidas colusiones y otros) no recibieron por décadas (por no decir siglos) castigo claro y ejemplar. Escribí muchas columnas en este mismo diario sobre este mismo tema, en las que insistía en que estábamos asistiendo a una “crisis moral” de proporciones que afectaba a esa élite autocomplaciente y laxa, y lo peligrosa que podía ser esa crisis para la sociedad toda. Fui ridiculizado y atacado en este mismo blog: se me pedía volviera a hablar de los temas que dominaba (literatura, poesía) y no meterme en política y moral. Debí haber respondido con estos famosos versos de Neruda : “Preguntaréis ¿y dónde están las lilas?/ ¿y la metafísica cubierta de amapolas?/ (...) “¡venid a ver la sangre por las calles!”. En este caso no se trataba de ver la sangre por las calles sino “cómo corría el billete” en los pasillos que conectaban la política y los negocios. Las termitas de la autocomplacencia terminaron por pulverizar los pilares de la confianza (claves en una democracia representativa) y el estallido no fue sino una suerte de reacción inmunitaria en que el organismo social (la ciudadanía hastiada de la flagrante impunidad) atacó no solo los virus y bacterias de la corrupción sino que también dañó de paso una parte del tejido sano. Falló nuestra común-inmunidad (comunidad), falló el Estado, el mercado, fallamos todos.
Hoy nos acercamos peligrosamente a un segundo momento de esta doble crisis moral e inmunitaria. Se acaba de aprobar la idea de legislar acerca del indulto a los supuestos “presos políticos de la revuelta” de octubre pasado. Ello significa otorgarle impunidad a la violencia callejera, similar a la que gozó la élite por largo tiempo. Si la “primera línea” de la élite política y empresarial robó, dañó la convivencia y gozó de impunidad, ¿por qué “nosotros” no? La vieja y nefasta teoría del empate: impunidad antes para los de arriba y ahora para los “de abajo”.
Ahí están las turbas empoderadas que —incluso en medio de una pandemia— siguen celebrando su mezcla de aquelarre y carrete en el centro de Santiago… a costa de miles de víctimas (vecinos, pequeños comerciantes) invisibilizadas. Y más empoderadas estarán cuando el parlamento amnistíe la violencia pura y dura disfrazada de “revuelta social”. Una cosa es pedir que se aceleren los procesos judiciales para posibles inocentes procesados, pero otra es conseguir la impunidad de los que privatizaron los espacios públicos de nuestras ciudades, quemando bibliotecas, museos, etc., y tratar de convertirlos en “víctimas”. Este intento por “romantizar” la dimensión más deplorable del “estallido”, la violencia nihilista ( que hay que distinguir de las manifestaciones pacíficas), consagra la misma lógica neoliberal que se quiere cambiar, la del “yo quiero, yo puedo”. Hiperanarquismo y neoliberalismo son parientes.
En Estados Unidos —donde se castiga severamente los delitos de “cuello y corbata”— se procesará en los próximos días a los asaltantes del Capitolio. Allá las instituciones funcionan. Si nuestro Parlamento aprueba la idea de amnistiar a nuestras turbas locales, ¿qué señal se estará dando a niños y jóvenes con estos perdonazos oportunistas? “No me hago responsable de mis actos, nada tiene consecuencias”, ese es el mensaje. Eso nos convertirá rápidamente en un país moralmente enfermo… y grave. Y para los que crean que es mejor que no hable de “ciertas cosas “, políticamente incorrectas, otra vez una variación sobre el motivo nerudiano: “Preguntaréis ¿y dónde están las lilas/ y la metafísica cubierta de amapolas?/ Venid a ver los barrios devastados/ venid a ver las iglesias arrasadas/ venid a ver las estaciones quemadas/ venid a ver a las pymes quebradas / venid a ver!”.