En el imaginario colectivo de los futboleros no hay dudas de que José Mourinho está en la lista de los entrenadores poco dados al lirismo más puro. Pese a los galardones y números de la carrera del portugués (que indican a las claras la calidad de profesional que es), para los más dogmáticos y recalcitrantes seguidores del ideario ofensivo extremo y juguetón, el actual DT de Tottenham encarna las peores imágenes paganas. En el vocabulario local, simplemente Mourinho es un “ratón”…y de los de cola pelada, además.
Claro, en la discusión futbolera está permitido todo. Nadie tiene la verdad completa ni tampoco, por suerte, se ha inventado una única fórmula para ganar. Pero, así y todo, existe una especie de “autoridad moral” de parte de los que sienten que atacar es lo único importante —incluso por sobre el resultado—, lo que, sin duda, los desmerece como interlocutores válidos en un debate serio.
Que el Tottenham de Mourinho le haya ganado 3-0 al Leeds de Bielsa este fin de semana, en la Premier League, no es un dato que los seguidores del entrenador rosarino tomen seriamente en cuenta. Para ellos, en verdad, no hay mérito mayor en ganar aprovechando las escasas situaciones de gol que tuvo el equipo del portugués, ni tampoco es gracia si en el equipo hay jugadores de la talla de Harry Kane y Heung-Ming Son. Es mucho mejor, más estimulante, lo que hizo Leeds: arriesgarlo todo, incluso su propia supervivencia en la Premier League, porque en eso está la verdadera belleza del fútbol.
Está claro, para ellos, quiénes son los buenos y los malos en esta disputa de pensadores futbolísticos.
Los criterios se ponen incluso más irracionales cuando la discusión se traslada a la escena local, donde, obviamente, estamos a años luz de una discusión técnica del nivel Mourinho-Bielsa.
Como no hay grandes referentes, ni menos entrenadores que se atrevan a entrar en una conversación (tal vez porque en muchos escasean los principios futbolísticos serios), el tema se reduce simplemente a catalogar los equipos entre “súper defensivos” o “algo arriesgados”, categorías que, por cierto, han impuesto los que se creen autoridades en materias conceptuales del balompié.
Así, si Colo Colo se ha convertido en las últimas semanas en una escuadra fortalecida defensivamente, con casi todo el equipo esperando para contener y reaccionar, hay que anotarlo como una traición a la historia. No importa que con esa readecuación los albos de la mano de Quinteros hayan empezado a sumar puntos en su lucha por no descender. Se reitera la idea de los dogmáticos: es mejor arriesgarlo todo, incluso la propia supervivencia…
Patrañas. El fútbol no es una actividad matemática ni menos una ciencia exacta. Es más parecido al arte, donde todas las consideraciones estéticas son permitidas, pero ninguna prevalece como única. Todo es según los criterios particulares y muy vinculado a las expectativas que cada uno se haga en torno al concepto que se tenga de la belleza.
Es verdad. El riesgo es siempre visto como un valor superior en el deporte, porque implica un plus en el objetivo central de ganar.
Pero dar este valor como unívoca forma de lograr esa meta no solo es una posición arrogante, sino que además profundamente errónea. Más en escuadras que requieren de soluciones prácticas y no de dogmas.
A ver si se entiende eso y empezamos a valorar al viejo “Mou”…