Federico Zurita Hecht (Arica, 1972), aparte de desempeñarse en diversas, contrapuestas, en apariencia excluyentes y dispersas actividades universitarias y académicas, es dramaturgo, novelista y productor teatral. Ha publicado dos libros de narraciones y tres obras para las tablas, la última de las cuales, “Una temporada en Puerto Azola”, la transformó en la novela Nostalgia de la madre muerta, un acierto desde todo punto de vista y quizá su mejor volumen a la fecha. Cabe agregar que, además de todas las gracias anteriores, Zurita Hecht es articulista para publicaciones especializadas en dramaturgia, parece ejercer oficios múltiples, excéntricos, contradictorios, y, claro, es baterista de una banda de rock local, con la que grabó “Isidromatta”.

En Nostalgia de la madre muerta, un hombre cansado de la vida en la gran ciudad decide regresar a su pueblo natal llevando como herramienta su título de profesor, para así ayudar a construir una comunidad íntegra, un grupo humano autosustentable, lo que hoy se denomina una vida vivible. Va esperanzado junto a su esposa, a la cual le ha contado las maravillas de su tierra de origen. Pero al arribar, ambos descubren que las redes que capturan a las personas en la capital poseen ramificaciones inimaginables. La pareja intenta romper el laberinto. Sin embargo, desde un pasado vago, surge la potencia que en, cada instante, tiende trampas y entreteje todo el daño posible que esa fatídica red pueda manifestar. Así, el mundo se convierte en un sitio donde los habitantes son arañas que comen o moscas que son comidas. Al respecto, el autor ha dicho: “Creo que la madre muerta podría representar un rasgo perdido de los hijos. Son hombres incomprendidos por sus padres, quienes tampoco los comprenden… añoran lo femenino de sus posibles identidades, deformadas por una cultura que mata a las madres”. En definitiva, Nostalgia de la madre muerta se expresa en la notable cita: “El futuro, a la vez que es construcción, es destrucción”.

Podría parecer que la novela recién reseñada nada tiene que ver con los ocho cuentos de ¿Y Lenin?, de Roberto Fuentes (Santiago, 1973). Posiblemente más conocido que su colega, Fuentes ha publicado alrededor de una veintena de ejemplares y lleva tras de sí una larga carrera, que comenzó con Algo más que esto y prosiguió con textos muy controvertidos, tales como Todas íbamos a ser putas (2004) o Sexo, Salmo y procesión (2013). Constructor civil de profesión, en el presente Fuentes ejerce como docente y, por supuesto, escritor a tiempo completo, con el mérito adicional de que la totalidad de su corpus está basada en la existencia, las pellejerías y la experiencia del propio Roberto Fuentes. ¿Qué relación hay entre los tomos de Zurita Hecht y el de Fuentes? Al parecer, ninguna. No obstante, pese a la enorme diferencia en el uso del lenguaje —el primero es impoluto, límpido, tal vez un poquito relamido; el segundo es coloquial, cotidiano, vulgar, relajado—, en la temática, una de tipo más bien sofisticado, otra de frentón pueblerina—, hay rasgos que acercan a ambos prosistas y que se exponen, de algún modo, en la última cita que transcribimos. Basta con ojear algunos títulos de esta notable colección —“More than this”, “De blue jeans y pelo largo”, “La última cerveza” y, sobre todo, el que da nombre a la compilación—, para darnos cuenta de que Roberto Fuentes está en su salsa en este compendio, donde se dan la mano lo popular o el inalcanzable universo de los ricos, primando, desde luego, el amor hacia el ámbito de la clase pobre o, como se dice ahora, media baja, de donde Fuentes procede. Y los temas reflejan, precisamente, ese microcosmos: la ingenua desinhibición sexual de chicos y chicas que ni han terminado la secundaria; una extensa y liviana discusión sobre el aborto, las reuniones de padres y apoderados o la política contingente; juegos de niños, adultos y mascotas; la tía del narrador en “De blue jeans…”, una nana que, en cierto modo, lo educa y que es un tópico caro a Fuentes (sobresale en su novela Algo más que esto), en fin, pichangas de fútbol o partidos vistos desde a televisión, pebres, panes amasados, salidas al campo, y el retorno del entrañable Coquito Malo en “Solo porque respeto a tu padre”, el último y más extenso relato de ¿Y Lenin? Todos y todas sienten, al igual que el narrador de la novela antes recensionada, que el futuro es construcción y destrucción.