30 años de la obra de Ernesto Neto (1964) permiten conocer la trayectoria de un artista brasileño de veras original. El Centro Cultural La Moneda, con sus grandes espacios, resulta el lugar adecuado. Escultor en sus comienzos, pronto derivó a la instalación, su verba característica. De los primeros tiempos, se exhibe un grupo de trabajos en hierro de fines de los años 80 y continuación del neoconcretismo de su importante compatriota Lygia Clark. Minimalistas, consisten en muy atrayentes variaciones a partir de dos planchas similares de hierro unidas por una cuerda. Son formas que tensan contrapesos de un equilibrio volumétrico aparentemente inestable. Si bella es la pieza A-B-A (1987), la de 1994 ya integra uno de sus leves tejidos y, de otrora, una pareja de objetos figurativos.
Pero el Neto más genuino e internacionalmente admirado hay que buscarlo a partir de 1989, sobre todo con Copulonia. Comienzan, pues, a surgir sus exuberantes formas viscerales colgantes, que bastante poseen de anatomía de organismos vivos. Confeccionadas mediante tramas textiles alargadas, ligeras y elásticas —cual medias de nylon— algunas tocan el suelo, mientras la mayoría pende desde el techo al modo de blandas estalactitas que desafían la gravedad. Aunque de aspecto ingrávido, el peso necesario lo aportan bolas más o menos pequeñas de plomo, caucho o simple arena en su extremo interior. De algún modo llegan a sugerir ubres o escrotos vacunos transfigurados. Y a través de semejantes formas logra después el artista espacios de rango arquitectónico que nos envuelven.
Más aún, algunos permiten penetrarlos y hacerse parte de ellos. Es el caso de Flying Gloup Nave (1999-2019), parte de una serie. Aquí agrega una especie de cortinaje traslúcido del muy flexible tejido y arena de contrapeso, mezclada con especies aromáticas. Estas últimas se tornan una constante que, al marcado efecto asociativo y sobre todo sensorial —visual, táctil—, suman la percepción olfativa. A la vez, la posibilitad de encuentro social, al ingresar varias personas en el ambiente creado, será incrementada en adelante. Una manera menos íntima de acoger al espectador, más tradicional y claramente escultura arquitectónica, constituye la obra acaso más hermosa de la retrospectiva, Enquanto nada acontece (2008). Armoniosamente colgante, fuertemente visceral, olorosa, de suave cromatismo ámbar y dotada de la gracia de un contrapeso de tres tirantes.
Comparte con la instalación anterior, en el enorme recinto central de La Moneda, la reciente Cura Bra, Cura Té (2019). Y se convierte en un recinto sagrado de culto ritual. Muy diferente a su colega de ubicación, se muestra multicolor y marcada por el ancestro indígena brasileño, un particular sentido ecológico y un intenso simbolismo. En esta realización, los verdes colgantes entretejidos, anudados, semejan lianas desprendidas desde una supuesta bóveda selvática, mientras el colgajo central resulta rojo, de mucho mayor grosor, de compleja trama más abierta —con algo de red de pescador— que, por el bulto contenido, se ensancha en su extremo sin tocar el suelo. Sobre el piso circular central se halla diseñado con textiles un emblemático mapa de Brasil. En su centro, casi toca el colgante principal un simbólico tronco de madera truncado. El círculo, además, es replicado por el ámbito entero. Emerge apto como escenario intimista para celebraciones comunitarias.
En varias de las ejecuciones expuestas y que invitan a compartir con otros visitantes es indispensable dinamizar físicamente el propio cuerpo, para apreciarlas sensorialmente por entero. Añadamos, así, Velejando entre nos (2012-13) y Tres cantos e una y su protagónico tejido a croché (2017). La muy roja y amplia cápsula orgánica Circleprototemple (2010) ofrece, entretanto, la sociabilidad de asientos y tambor.
Soplo
Exuberante retrospectiva del famoso artista carioca Ernesto Neto
Lugar: Centro Cultural La Moneda
Fecha: hasta marzo de 2021