Una persona integrada tiene un equilibrio entre la razón y las emociones, y al momento de actuar se puede notar su integración en todo lo que hace. Estando presentes los afectos, también hay que considerar variables que tienen que ver con la oportunidad, con la justicia, con lo que es más conveniente. Esta persona integrada tiene conciencia de que por mucho que quiera hacer algo a veces es razonable postergar esos deseos, atendiendo y anticipando las consecuencias de las conductas.
Ahora que en esta pandemia estamos obligados a mantener distancia física, todos hemos tenido que postergar nuestros intensos y legítimos deseos de estar y abrazar a los otros, encontrando otras formas para expresar los afectos con claridad.
El logro de este equilibrio se logra con la construcción en la infancia de un cerebro equilibrado, que tiene que ver con una educación que conecte el hemisferio izquierdo (más racional) con el hemisferio derecho (más emocional), para que los niños al momento de actuar puedan conectarse con sus emociones y atender a las razones. Así su comportamiento será coherente con sus emociones y buscará la manera más apropiada de expresarlas, tanto por su propio bien como por el de los demás. Este es un proceso que toma años. Es necesario tener paciencia y no hay que caer en la desesperanza, ya que lo sembrado tarda, pero da frutos.
Es importante entregar a los niños narrativas integradas y coherentes que favorezcan su desarrollo cognitivo y emocional. Rafa Guerrero, en su libro recién publicado “Educar en el vínculo”, explica la importancia de ayudar a los niños a mentalizar, y nombra cuatro elementos que favorecen la integración:
1) Las sensaciones, que es lo que se experimenta a nivel corporal y que se expresan en oraciones como: “Me transpiran las manos, se me seca la boca”. 2) Las emociones que pueden ser diversas y que es necesario expresarlas en fases como: “Me pone triste, me dio mucha pena”. 3) Los pensamientos, como “piensas que es un error, piensas que sería mejor hacerlo mañana”. 4) Las acciones como “salió corriendo, le dio un empujón”.
El autor sugiere usar como método nemotécnico la sigla SEPA (sensación, emoción, pensamiento, acción) para recordar la importancia de utilizar estos cuatro elementos al momento de hacer narrativas.