Nunca hubo un momento tan propicio y necesario para que se viera de qué está hecha la directiva actual de la ANFP. Saliendo (o reentrando, no sabemos) de una pandemia, con muchas decisiones por delante, se podrá apreciar, después del período de instalación y oleaje que produjo una elección reñida y cuestionada por los perdedores, cuáles son las fortalezas de Pablo Milad, y si tiene madera para liderar el buque cuando se necesita estibar la carga.
Por lo pronto, Quilín se ha visto evidente sobrepasado en las programaciones, ya sea en el plano interno como el externo. Es evidentemente complicado armar el calendario con la estrechez de tiempo que supone calzar las fechas, pero la dependencia excesiva de la autoridad política ha significado, por ejemplo, dejar pasar ocasiones como la de las primarias —donde votó el 3 por ciento del padrón— para solucionar algunos problemas. Pudieron jugar allí, por ejemplo, los cuadros de la Sudamericana partidos adelantados. Pasar del 31 de enero supondrá problemas mayores con los contratos y, sobre todo, con la planificación de la próxima temporada.
La Conmebol le propinó un golpe duro con la programación de la UC, que significó otra vez conceder un clásico a nivel local, que despertaba interés y entusiasmo, y que quedó subordinado a los caprichos de Luque, sin que se consiguiera siquiera hacer el gallito. Para la UC fue fantástico, porque ganó reposo y preparación para enfrentar a Vélez, pero esos gustos habrá que pagarlos sin chistar cuando se venga el final encima. Para la ANFP la lección de Colo Colo en la Copa —pateando mañosamente el pleito con Antofagasta— debería haber tenido una moraleja. Y tendrá que ser firme si quiere sacar con normalidad el certamen con casos como el de Unión La Calera, donde, necesariamente, deberá elegir bando.
La mayor prueba de fuego de Milad en este período será fijar postura en el caso Rueda. Si ya la medida de postergar la evaluación para marzo era mala, en el afán de ahorrarse la indemnización, ahora que la presión vendrá desde el frente se requiere solidez argumental. Si quieren aprovechar la oportunidad para deshacerse del colombiano, se requerirá un plan B a la altura, que opere antes que Cagigao entregue su respuesta, pues para entonces podría ser demasiado tarde para la envergadura de la tarea.
El éxito y el fracaso de las gestiones de los presidentes del fútbol en Chile está ligado a las selecciones, en gran parte porque son pocos los que han logrado estructurar un plan que vaya más allá de clasificar a un mundial o esconderse tras el carisma de un seleccionador. Desde que Jadue huyó en Quilín solo han hecho malabarismo para sobrevivir sin quemarse en la aventura. Entienden que los equilibrios son precarios y los intereses mezquinos, por lo que se navega siempre a favor de la corriente y haciendo reverencias a quienes tocan la música: las autoridades políticas y policiales. Ahora, cuando se requieren definiciones, ideas, liderazgo y fuerza, habrá que ver si hay algo más que malabares.