Omnipresente desde diciembre de 1938, el Estadio Nacional tuvo en su césped a los mejores jugadores de la historia, con excepción de Johan Cruyff y Cristiano Ronaldo.
La muerte de Diego Armando Maradona lleva a todos los futboleros a recordar dónde estaban o qué hacían cuando anotó el 2-0 a los ingleses en México 86. También cuándo lo vieron por primera vez o si lo disfrutaron desde la tribuna. Fue tan grande el zurdo que todos los que amamos este juego nos apropiamos de su figura y la transformamos en sinónimo del sentimiento que nos liga al deporte que nos atrapó en la infancia.
Los chilenos tuvimos la suerte de ver en acción al Maradona salvaje, al que aún no devoraba el personaje. El 11 de marzo de 1980, en la época del dólar dulce, el de los 39 pesos, TVN trajo a Argentinos Juniors para medirse con Colo Colo. Una cancha repleta vio el 3-2 de los albos, con un concierto de patadas al 10, con la complicidad de Víctor Ojeda, acompañado de Alberto Martínez y Mario Lira como guardalíneas.
Ese Maradona no lo conocieron en Italia ni en Europa. En el primer tiempo corrió casi 60 metros para definir a un costado y la pelota dio en el vertical izquierdo de Roberto Rigante. Después metió un globo de zurda, que apenas superó el travesaño. Con el cuerpo dejó mal parado a Leonel Herrera y luego sacó un pique corto feroz, tras un saque de fondo, convirtiendo un melón en ocasión de gol. Valiente, porque no eludía las patadas, un país a oscuras tuvo un destello.
Esa jornada marcó a una generación de futboleros que en Ñuñoa, o a través de la televisión, con Sergio Livingstone y Pedro Carcuro, disfrutaron de esa oculta versión del 10 de los “Bichos Colorados”. La misma dupla histórica de nuestra televisión lo transmitió, catorce años después, el 18 de mayo de 1994, otra vez en el Nacional.
El tiempo había pasado y Maradona luchaba contra el peso y sus adicciones para despedirse del fútbol grande en el Mundial de Estados Unidos. Una multitud de periodistas lo acorraló en un descanso de la escalera del hotel Carrera el día previo al partido. Era difícil ser Maradona. Ese enjambre lo perseguía desde los 15 años.
Chile aún pagaba sus deudas por el escándalo de Maracaná. De a poco salía del ostracismo. Por eso, tener a la selección argentina, antes de viajar a la Copa del Mundo, fue un segundo regalo.
Cerca de los 34 años era otro Maradona, más cerebral, pero siempre mágico. La pelota que apura y pone con tres dedos a Abel Balbo, para el 2-1 parcial, fue una maravilla. Los astros se alinean de vez en cuando para juntar a los cracks. Marcelo Salas se estrenó en la Roja y además anotó el 2-2 parcial. Los diarios y las revistas “Don Balón” y “Minuto 90” no escatimaron elogios para otros dos zurdos de registro inolvidable: Rodrigo Barrera, autor de dos goles, y José Luis Sierra, elegante y a la altura para recibir al 10.
En el epílogo de su carrera, Maradona apareció un par de veces por Santiago. En 1995, para celebrar el bicampeonato de la U, y en 1997, en el Monumental, donde Colo Colo venció 2-1 a Boca por la desaparecida Supercopa Sudamericana.
Un bonus track en una vida que ya estaba en la cornisa.