Esto era algo que faltaba. Porque si la idea es probar cocina africana, algo se puede encontrar de la gastronomía del Magreb, con platos marroquís (en el Zanzíbar, recién reabierto). Antes, alguna vez hubo en Santiago un poco de Sudáfrica, pero ya no. Pero en cambio, al hablar de los países de ese continente más ajenos a las tradiciones/invasiones europeas —de sus zonas Occidental, Oriental y Central—, nada de nada… hasta hoy. En calle Infante —casi al frente del palacio Sermini, en Los Jesuitas— se ha instalado Injera, un lugar donde cocinan al estilo etíope. Entre el delivery y el aforo permitido, es una de las aperturas que se han dado en estos tiempos duros, casi imposibles.
En este caso, se pidió a domicilio un mix que se ofrece como para dos o tres, y que más bien es como para tres y hasta cuatro ($18.500). Lo que opera como protagonista es la megatortilla que da su nombre al local, la injera (en este caso vienen cinco). Se trata de una masa redonda y ligeramente esponjosa, lo que no se traduce en alguna falta de resistencia. No. De hecho, no es muy buena idea utilizarla como alguna de esas grandes tortillas contenedoras —la dosa india o la sobaquera mexicana—, sino más bien la idea es cortar trozos con la mano, para con ellos ir atenazando las distintas preparaciones. Porque así —obviando los cubiertos— es cómo se usa en Etiopía (y si quiere hacer bien la tarea, vea algún programa culinario/viajero en YouTube a modo de tutorial y listo). Y vaya una advertencia, porque aquí puede nacer un amor o una aversión: su sabor y aroma es algo ácido, con esas notas propias de un fermento. En este caso particular, perfecto, pero también es prudente avisar a los con sus mañas. En particular a quienes no gustan de la masa madre.
Se puede optar por una proteína vegetal o animal, que en este caso fueron unos camarones bien aliñados, salteados con tomate y espárragos. Venían unas lentejas al bereber —un mix de especias—, que por venir algo acuosas dificultaban lo de la manipulación manual. Y también estaban algo tímidas en condimento, considerando que la injera es bien fuertona. En el mismo pack, una ensalada sin aliñar de repollo morado y zanahoria, buena para compensar, y una mezcla de papa + zanahoria + espinaca. El otro sabor con gran intensidad fue el de la salsa shiro, hecha de garbanzo y algo lejana del hummus —el clásico referente de esta legumbre en formato molido—, porque es más fresca y con su nota picante. Nuevamente, por ser menos densa, fue cuchareada más que agarrada con los trozos de masa.
Aparte se pidió un extra: una salsa de cilantro y mango ($4.000) que puso gran malicia a esta experiencia (y a diversos platos en los días siguientes, porque no era poca).
Entonces, menos timidez y mayor densidad. Y buena suerte en una apuesta que viene a completar la despensa de cocinas del mundo disponible en Santiago.
José Manuel Infante 1428, +569 7669 2274. Instagram @injera_scl