Su pontificado se extendió por 27 años (1978-2005), siendo canonizado en 2014. Como sacerdote, obispo y cardenal de Cracovia, su labor pastoral fue intensa, al tiempo que realizaba estudios de doctorado en Teología en Roma y, más tarde, de posdoctorado en Filosofía en Polonia, desarrollando una vida académica plena, que lo llevó a ser estimado como un intelectual de gran talla.
Por sus libros, encíclicas, homilías, cartas, constituciones y exhortaciones apostólicas, además de otras manifestaciones personales y de su magisterio, entre círculos universitarios y eclesiásticos lo apodaron de variadas formas altisonantes, hasta como “Papa Magno”, y quienes lo conocieron cercanamente apreciaron su carisma, que traslucía una profunda fe viva. Su obra despliega una gama muy amplia de conceptos, como su reflexión sobre la cultura y el humanismo. Brevemente:
Gracias a la cultura “el hombre vive una vida verdaderamente humana... Es más… se hace más hombre”. Es por excelencia el vínculo que une a la comunidad humana llamada nación. Y lo decía por experiencia, porque su patria estuvo en peligro de desaparecer a manos de los totalitarismos nazi y soviético, y pudo sobrevivir, conservando su identidad apoyada en la cultura: “resultó tener un poder mayor que todas las otras fuerzas”, augurando que el porvenir del hombre “descansa en la cultura”, anhelo indiscutible que debiéramos sostener a través de la educación en todos los niveles, pero a la que suele asignársele escaso valor en nombre de la técnica o del pragmatismo, y corrientemente se entiende como recopilación de información consultable en la web o como mero saber instrumental, cerrando paso a “la primacía del espíritu”.
Destacó la grandeza del ser humano redimido por Cristo, su dignidad, “al hombre como valor particular y autónomo, como sujeto portador de la trascendencia de la persona”. De esta concepción deriva su defensa de la vida humana en todas sus realidades. Así también, en el plano de la economía —por ejemplo—, considera al hombre como su autor, el centro y su fin. Y en este sentido la empresa debe humanizar el trabajo porque su valor está en la dignidad del sujeto que lo realiza. Que es un error del economicismo situar al capital por sobre el trabajo o considerar a este solamente según su finalidad económica. Acerca del mercado, dice que es un instrumento eficaz para colocar recursos y responder a necesidades, pero que existen aspiraciones humanas que no satisface, y del Estado, en esta dimensión, que debe garantizar la libertad individual y la propiedad, un sistema monetario estable y eficientes servicios públicos, aunque sin excesivo asistencialismo porque cohíbe la iniciativa y creatividad humana... En fin, una democracia que no esté cimentada en valores puede devenir en totalitarismo.
Ante el desafío de pensar y consensuar una Constitución para el país, el pensamiento de Juan Pablo II puede vigorizar el razonamiento de quienes son creyentes o profesan o adhieren al humanismo cristiano.