Cuando por momentos se instala la depresión, Universidad Católica y Colo Colo regalaron una buena semana al fútbol chileno. Los cruzados derrotaron a Gremio 2-0 y se mantienen con vida en el grupo E de la Copa Libertadores en la mejor actuación bajo el mando de Ariel Holan. Los albos, con el overol puesto, dieron vuelta un cotejo ante Peñarol que parecía inaccesible al terminar el primer tiempo, ratificando que no les sobra nada y que les falta mucho.
Paradojas del fútbol. La UC, bicampeón, va a la Libertadores como Chile 1, pero le toca una zona brava con los dos grandes gaúchos, Gremio e Internacional, y América de Cali. El Cacique clasificó como Chile 2 cuando el estallido social detuvo el campeonato y Palestino atropellaba. La fortuna lo ayudó al caer con Athletico Paranaense, Peñarol y Wilstermann.
La Católica requería una victoria de esta envergadura, más allá que Gremio llegara con muchas bajas. No solo para seguir en carrera y definir buena parte de su suerte en la visita a América la próxima semana, sino también para sustentar el notable rendimiento en la competencia local, donde no tiene rivales.
En una noche soñada resaltó la figura de Ignacio Saavedra, el mejor de la jornada. Un partido perfecto, consagratorio, para imponerse en la mitad del campo. César Pinares y Luciano Aued fueron clave en la gestación, con José Pedro Fuenzalida aportando su jerarquía desde el lateral derecho, más la eficiencia de los sobrios centrales Germán Lanaro y Valber Huerta. En el ataque, Fernando Zampedri falló dos mano a mano, pero anotó un golazo de zurda. Relevante para un delantero.
Para graficar la excelente actuación de la UC rescatemos que Matías Dituro no tuvo intervenciones de riesgo. Eso manifiesta funcionamiento, el que tendrá una prueba de fuego en el Pascual Guerrero, una cancha de gran recuerdo para los de la franja. En ese estadio, en 1993, Óscar Wirth atajó el penal decisivo a Alex Escobar, que permitió al cuadro dirigido por Ignacio Prieto acceder a la final de la Copa Libertadores.
El martes en el Monumental, con la escenografía desierta que nos impone el covid-19, Colo Colo mostró que a veces se puede sin galanura. No funcionó el planteo inicial de Gualberto Jara, con tres batalladores en la mitad de la cancha, sin ningún jugador con características creativas. El ingreso de Leonardo Valencia, sin brillar, otorgó más opciones de pase. Se sumó la excelente actuación de César Fuentes, el mejor de los albos, aunque el gol de penal de Esteban Paredes alarga su leyenda.
Con rencillas graves en el plantel, ratificadas en estas páginas por Paredes, más la guerra sin cuartel entre los controladores de Blanco y Negro, reflejada en cuánto poder ceden a Harold Mayne-Nicholls, resulta imposible que Colo Colo trace objetivos de largo aliento. Sin embargo, el fútbol suele regalar oportunidades para salir del atolladero. Si gana a Wilstermann asegura avanzar a la Copa Sudamericana. Con cuatro o cinco puntos de los nueve en disputa, estará en octavos de final de la Libertadores. Al observar a los oponentes, sin contar a los brasileños, no es un despropósito.