Con las humillantes derrotas del Barcelona y el Manchester City podría predecirse que el fútbol de posesión y sus íconos defensores han pasado a mejor vida. Pero ya sabemos que en el debate futbolero dar por sentadas verdades puede ser peligroso, como, por ejemplo, que a los equipos franceses la temprana clausura de su Liga les iba a pasar la cuenta.
Las fases finales de la competencia europea —la más atractiva del mundo— han producido debates encendidos y sabrosos, para matizar una crisis sanitaria que ha sido inmisericorde en el costo de vidas, de angustias y, sobre todo, de cambio de hábitos y estilos de vida. Hay en este “efecto pandemia” un par de condicionantes. Por lo pronto, la definición a partido único ha permitido que los errores tengan efectos catastróficos. Y que los derrotados busquen el consuelo de que los goles perdidos podrían haber cambiado la historia.
No hay recetas únicas. Así como se ha alabado la contundencia colectiva del Bayern, quedó en evidencia que las individualidades salvaron al PSG de un bochorno. Los millones del jeque parisino sirvieron, mientras que los petrodólares del City sumaron otra tragedia, como es no poder pasar de la fase de cuartos desde que se fue el Ingeniero.
Si tomamos como referencia el fútbol que nos proponen los equipos finalistas, veremos que la velocidad en las transiciones y la presión alta siguen siendo vitales, un objetivo que se percibe cada vez más lejano para nuestros equipos y la selección, sencillamente porque hemos apostado por la veteranía —o la experiencia— para conformar los planteles, algo que ya vimos le pasó la cuenta al equipo de Quique Setién con perfiles dramáticos. Es el desafío que le impone la Roja a Reinaldo Rueda, culminada la fase de búsqueda y reafirmado en la continuidad de la “generación dorada”. A confesión de parte, esta semana aún trataba de convencer a Jean Beausejour de extender su ciclo.
Por lo pronto, y todavía mareados por la emoción del último tramo de la Champions, habrá que decir que el fútbol parece haber sobrevivido bien al desafío. Las burbujas de Portugal y Alemania y la puesta en escena sin público en las gradas obviamente le quitan sabor al espectáculo, pero la universalidad del evento televisivo y los partidos únicos definitorios le dieron un condimento inigualable a la experiencia post pandémica, que dicho sea de paso consagró a equipos de las ligas menos valoradas por su falta de competitividad, como la francesa y alemana.
Las lecciones seguirán en los próximos días. El camino que elija el Barcelona para capear esta crisis, el efecto que tendrán las críticas sobre el estilo de Simeone (quien justo antes de ser eliminado declaró que lo único que valía era ganar) y, sobre todo, la continuidad del proyecto Guardiola en el City, nos darán claves para tratar de comprender el futuro, que es, seamos honestos, lo que más cuesta en este presente lleno de dudas, angustias e incertidumbres.