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Sábado 01 de agosto de 2020
Una diva en desgracia
1 de agosto de 1920.
“La célebre actriz italiana Eleonora Duse se encuentra sumida en la pobreza. Ha perdido la gran fortuna que hizo durante su carrera artística y está pasando por estrecheces indignas de su gloria (…). La noticia causa gran impresión en los círculos de las capitales europeas y consternación en sus numerosos admiradores”, consignaba “El Mercurio” el 1 de agosto de 1920.
En ese entonces, ella era la única que le había disputado a la francesa Sarah Bernhardt el cetro de máxima diva del teatro. Desde fines del siglo XIX ambas protagonizaron una legendaria competencia por los roles y la adoración del público. Pero desde hacía algunos años atrás, Duse se había retirado de los escenarios y recluido del mundo. ¿La razón? Según la prensa de la época, un tormentoso amor fue el culpable: “Con su corazón hecho pedazos por Gabriele D'Annunzio, el hombre a quien amó y a quien hizo grande, la divina trágica está viviendo en la indigencia en Roma, la ciudad de sus más grandes éxitos”.
Se añadía que la actriz gozaba de fama cuando conoció al político, vate y dramaturgo italiano, quien la bautizó como “la Divina”. Ella, inflamada por el espléndido genio de sus versos, se enamoró apasionadamente. “La Duse ganó sumas fabulosas en sus giras por Europa y América, pero todo ese dinero lo gastó para dar a conocer el genio de D'Annunzio (…). Luego, cuando él estaba en el pináculo de su carrera, la dejó por la bailarina Ida Rubinstein”, se leía.
Pese a que le fue infiel y a que la abandonó estando gravemente enferma, ella nunca lo recriminó. Incluso en alguna ocasión dijo que “mucho tiempo después que me hayan olvidado, su nombre perdurará con un blasón de fuego”. Su predicción estuvo a punto de cumplirse, porque salvo por un grupo íntimo de amigos, en 1920 la actriz había sido olvidada. Solo hizo noticia cuando se supo que cayó en la pobreza a causa de la crisis de su país, ocasionada por la Gran Guerra.
Lo cierto es que un año más tarde volvió a escena y la crítica solo tuvo elogios para su actuación: “Retornó con los cabellos blancos, pero con el espíritu pleno de la llama sagrada del arte. Los años no han debilitado su fuerza dramática (…). Los espectadores se pusieron de pie, conmovidos. Fue un espectáculo apoteósico que humedecía los ojos y electrizaba los nervios”.
Luego de ese reencuentro con el público, retomó las giras y, justamente, en uno de esos viajes la sorprendió la muerte, a los 65 años.