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Cartas
Sábado 01 de agosto de 2020
La falacia del Pleistoceno
Señor Director:
En su respuesta de ayer, el señor Fischer defiende su punto de vista apelando a argumentos de autoridad y citando frases muy generales de algunos biólogos, antropólogos y psicólogos. Pero en ciencia prima más la especificidad y calidad de las evidencias que las opiniones que se tienen de ellas.
Como bien señala Fischer, la psicología evolutiva ha situado la conducta humana en un contexto evolutivo. Sin embargo, en las últimas dos décadas su andamiaje disciplinario ha sido cuestionado en profundidad, especialmente la idea troncal de que la selección natural debió haber promovido en nuestros ancestros respuestas múltiples, rápidas, eficientes y confiables ante las múltiples demandas ambientales. Este abanico de respuestas especializadas no es entendible sin una arquitectura de modularidad masiva de la mente, con un sinnúmero de unidades modulares de procesamiento cognitivo especializado capaces de conferir información a un centro integrado de procesamiento simbólico. Pero las evidencias actuales, desde una perspectiva evolutiva, genética, neurobiológica, computacional y de biología del desarrollo, no dan soporte al modelo de modularidad masiva, privilegiando modelos alternativos.
No cuestionamos que los homínidos ancestrales hayan sido blanco de la selección natural. Objetamos que las acciones humanas de significancia moral y política actual hayan estado sujetas a: (1) la acción específica de la selección natural hace millones de años, y (2) la retención inalterada de esos rasgos hasta el presente (Falacia del Pleistoceno). Estas pretensiones, en extremo reduccionistas, adscriben nuestras conductas específicas a la acción de genes individuales, presuponiendo modelos de mapeo simple un gen —un rasgo conductual que, dicho sea, es definido por nosotros.
La evidencia actual señala que no es cierto que cada vez que especificamos una conducta hay un solo gen responsable. De hecho, en casi todos los rasgos en que sabemos actúa la selección natural, hay muchos genes intervinientes y su expresión puede ser modificada por la estructura del genoma completo, por complejas rutas de interacción génica, y por efectos ambientales. Por ello, cuestionamos que rasgos conductuales humanos arbitrariamente distinguidos por el observador sean el resultado de fuerzas selectivas ad hoc ocurridas hace millones de años, bajo contextos desconocidos de heterogeneidad ambiental y estructura genética de las poblaciones.
Por consiguiente, aunque valoramos el entusiasmo de Fischer, nos parece que su argumento confunde a la opinión pública respecto de los verdaderos alcances de la biología evolutiva contemporánea.
Dr. Rodrigo Medel
Dr. Eduardo Fuentes
Dr. Ricardo Guiñez
Universidad de Chile, Universidad de Antofagasta