No siempre nos damos cuenta del tono afectivo que acompaña nuestra comunicación con los demás y de cómo ello puede afectar a quien la recibe. Poner límites a nuestros hijos con un “no” dicho afectuosamente tiene en ellos un impacto muy diferente que una negativa en tono agresivo y desde un estado de desregulación emocional. Una niña de diez años le decía sabiamente a su mamá: “Dígame que no, pero no veo para qué se enoja tanto”.
Los mensajes son mejor recibidos por los niños cuando se comunican en un tono emocional autorregulado y centrado en sus emociones. Por ejemplo, al negar un permiso, decir: “Lo siento, sé que te gustaría mucho ir adonde tu amiga, pero no te puedo dejar ir todavía porque te podrías contagiar. Quizás en unos días más podemos conversarlo de nuevo”. El impacto en el vínculo padre-hijo de una negativa realizada acogiendo los sentimientos del niño será menos negativo y logrará una mejor aceptación. Esta forma favorece la aceptación de los límites por los niños. Además, les permite aprender por modelo a envolver sus mensajes de una forma empática, que considere las necesidades del otro.
Todos tenemos conciencia de que no solo es importante lo que se dice sino cómo se dice. Es lo que Felipe Lecannelier llama “la envoltura afectiva”, en su libro A.M.A.R. Hacia un cuidado respetuoso de apego en la infancia. Lecannelier plantea que “…tomar conciencia de nuestro estilo no verbal, especialmente en aquellos momentos de estrés, es otro paso fundamental para desarrollar la capacidad de automentalización”. Para estar atentos a los aspectos no verbales de nuestra forma de comunicar, él propone preguntarnos: ¿Cómo es mi tono de voz? ¿Cómo es mi expresión facial? ¿Cómo es mi postura corporal? ¿Cómo es mi forma de contacto físico? ¿Cómo es el tono emocional que transmito?
Cuando estamos en un estado emocional positivo nuestros mensajes suelen ir en una envoltura afectuosa y expresar el afecto que tenemos por nuestros hijos. Pero si estamos enojados o molestos suele suceder que la intensidad y el envoltorio emocional de nuestros mensajes asusta a los niños o los hace sentirse rechazados. Cuando estamos bajo un intenso estado emocional negativo es más razonable esperar a calmarnos antes de reaccionar, para no tener que arrepentirnos luego de nuestros palabras o acciones.