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Cartas
Martes 30 de junio de 2020
Por qué a nosotras nos importa
Señor Director:
Cada dos años, cuando se da inicio a la convocatoria —una vez para poesía, la siguiente para narrativa—, reflotan las grandes omisiones que ha tenido este premio: en setenta años ha habido solamente una poeta premiada (Gabriela Mistral), ninguna dramaturga ni ensayista.
Quedaron en el camino María Luisa Bombal, Violeta Parra, Isidora Aguirre y tantas otras que incluso durante su trayectoria literaria fueron relegadas a un segundo plano, a ese de la “literatura femenina”, como si a esta le correspondiera llevar apellido según su origen, en un perverso símil con ese timbre de hijo natural que hasta hace poco se ponía en los certificados de nacimiento para demostrar procedencias poco nobles.
Los premios legitiman el canon y por eso importan. Analizando las lecturas sugeridas por el Ministerio de Educación —descartando los clásicos donde las mujeres que pudo haber habido fueron barridas in situ; estamos revisando siglos XX y XXI—, podemos constatar que hasta 4º básico existe una cierta paridad de género entre autoras y autores, pero a partir de 5º básico, es decir, cuando las cosas se ponen “serias” y la lectura se aleja de su carácter de adiestramiento en la habilidad misma para entrar en el campo literario, esto cambia drásticamente y ya no se modifica.
Más del 70% de los autores son hombres en los diversos géneros. Lo mismo sucede con las lecturas incluidas en los textos escolares. Y con los textos literarios que se estudian en las carreras de Pedagogía, donde el futuro docente sale al mundo laboral armado para seguir replicando el modelo de literatura oficialmente establecido, según el cual las escritoras, dramaturgas, ensayistas y poetas no alcanzan el 30%. Esta tendencia también se manifiesta en los mismos porcentajes en las compras públicas que cada año surten las bibliotecas públicas y de aula. Es decir, el sistema completo mantiene en cada uno de sus territorios un glorioso y sólido sub 30 para las autoras.
Entonces, cuando una mujer gana el premio nacional, pasa a oficializarse la relevancia de su obra, que deberá ser recogida en este ciclo de reproducción, avanzando así hacia un mayor equilibrio. Por supuesto, el premio es un detalle dentro de lo mucho que hay por hacer para balancear esta enquistada tendencia, pero aun así son los detalles que unidos y sumados crean y recrean valores simbólicos que las políticas educativas deben recoger y sustentar.
Beatriz García-Huidobro
Escritora, profesora y editora