El jueves apareció por Zoom Stephen Wolfram, 60, matemático inglés, que ganó la beca MacArthur “Genius” a los 21 años. Habló en “Los dorados encuentros por web en astrofísica” convocados por el Instituto de Astrofísica de la UC, con miles de conectados.
Para Gaspar Galaz, el director del Instituto, es “una de las mentes más creativas de los últimos 20 años”. Dijo que era cumplir un sueño hablar con él; lo puso al nivel de Alan Turing, el matemático de la película “Enigma”.
(Stephen Wolfram creó el programa “Mathematica”, los estudiantes de física, ingeniería y matemática saben de qué se trata).
Estudió en Eton, aristocrático colegio inglés. Solitario, buscaba comprender el mundo, la física. No hacía deporte, no le gustaba la aritmética, que consideraba fome por automática.
Leía y se proponía problemas; a los 16 años publicó su primer trabajo científico sobre física de partículas. Abandonó Eton, a los 17 años entró a la U. de Oxford, se doctoró en física a los 20 años en el Caltech de California, que lo contrató.
El jueves en pantalla, casi calvo, pelo color pavimento, camisa a minicuadros, ojos caídos, lentes sin marco, pidió conocer a su público. Le mostraron a astrofísicos de Chile y del mundo, pero, al final, los conectados sumamos 1.400.
Rápidamente expuso su descubrimiento crucial: la concepción del universo (o los universos) como programas computacionales. La naturaleza hace de reglas simples de programación resultados complejos.
Ametralla su pensamiento, salta de una a otra disciplina; según Guy Kawasaki, el genio de Apple, Stephen Wolfram es la persona más inteligente que ha conocido (https://bit.ly/2XTy2Lt). YouTube ofrece sus conferencias, algunas subtituladas.
Wolfram mostró cómo, de un par de reglas, desde un cuadrado negro se podría llegar a construir formas al azar.
Por ejemplo, una regla: tome un cuadrado negro y agregue rectángulos a su alrededor; estos han de estar formados por otro cuadrado negro bajo un cuadrado blanco y junto a otro cuadrado blanco; además, ningún cuadrado negro ha de colocarse junto a tres cuadrados blancos.
Un computador corre el programa, aparecen figuras regulares, pero llega un punto cuando predomina el azar. Como cuando uno saca los gajos de una naranja uno a uno, pero, aburrido, el resto lo acuchilla y queda un menjunje poco clasificable, complejo.
Así, en la naturaleza, de reglas muy simples surgen resultados muy complejos. Entonces, en lugar de descomponer los fenómenos, habría que descubrir las reglas que los producen. Como adivinar la receta a partir del guiso.
Esto es un cambio de paradigma en la ciencia, acostumbrada a dividir y clasificar los fenómenos. Ahora, a buscar reglas.
¿Y si descubriéramos “la” regla fundamental que generó el universo o los universos?
No pude seguirlo todo. Pero su ansiedad por abrir todas las ciencias para entender dónde estamos, su persistencia, me mostró al chiquillo de Eton, y sus primeras preguntas.
¿Vendrían de su mamá Sybil, profesora de filosofía en la Universidad de Oxford?