Un par de días después de que Colo Colo obtuviera la Copa Libertadores, el zaguero Lizardo Garrido, figura de ese equipo, confesaba en el Monumental: “Aún no le tomamos el peso a lo que conseguimos. Esto es un tremendo triunfo. Yo creo que pasarán 10 años para que otro equipo chileno logre de nuevo esta Copa”.
Como está claro, el “Chano” Garrido quedó corto en su estimación, porque esta semana, el viernes para ser exactos, se conmemoran los 29 años de la obtención de la Libertadores, y se celebrará porque sigue siendo la única que ha logrado una escuadra nacional.
Es cierto. Algunos estuvieron cerca de emular la hazaña deportiva de ese Colo Colo que se recita de memoria.
Dos años después de la vuelta olímpica en Macul, en 1993, Universidad Católica estuvo cerca de acelerar el proceso al llegar a la final ante en poderoso Sao Paulo dirigido por Telé Santana. Pero la goleada sufrida en el partido de ida —precedida de una reconocida pelea entre plantel y dirigentes por el monto de los eventuales premios— hizo que la gran victoria cruzada en el encuentro de vuelta no sirviera.
Otros equipos no estuvieron tan cerca, pero, al menos, alcanzaron a ilusionarse un poquito.
La U, post 1991, llegó en tres ocasiones a las semifinales: 1996, 2010 y 2012. Y el propio elenco albo alcanzó esa instancia en 1997. Pero claro, siempre algo impidió dar los últimos pasos.
De ahí hasta ahora, solo ha habido campañas mediocres y hasta vergonzosas. La Copa Libertadores, a estas alturas, ya no es una ilusión o un desafío. Es un martirio.
¿Qué pasó? ¿Por qué en lugar de haber tomado el logro del 91 como un ejemplo, este se transformó solamente en un paréntesis? ¿Por qué esa noche fría, la de los goles de Luis Pérez y Leonel Herrera, sigue siendo insuperable y digna de recordar año tras año?
Fácil de responder. Nadie aprendió nada de lo que se vivió en la estructuración de ese equipo.
Veamos. El plantel se fue construyendo a través de los cuatro años anteriores (de hecho, en 1991 solo se contrató a dos refuerzos y del ámbito local: Gabriel Mendoza y Patricio Yáñez). Así, tanto los que venían de las divisiones menores como los que se sumaron desde otros equipos nacionales o extranjeros fueron consolidándose como grupo.
Dos, se trajo a un entrenador extranjero como Mirko Jozic, un europeo que, sin embargo, conocía el fútbol chileno porque había trabajado en el medio (en las inferiores albas) y al que se le dieron las atribuciones para realizar su trabajo, incluso aunque no se entendiera su propuesta (la famosa teoría de los rombos).
Y tres, hubo un plan institucional que incluía la obtención de logros deportivos, pero sin renunciar al desarrollo de otros ámbitos de importancia para el club (en 1989 se inauguró en estadio y el mismo 1991 se le pusieron las torres de iluminación).
¿Alguna vez algún club chileno hizo algo similar a lo que realizó ese Colo Colo? ¿El propio club albo lo hizo de nuevo? ¿Alguna institución siquiera estuvo cerca de intentarlo?
La respuesta es clara. Sigamos celebrando a los del 91…