Muchos recuerdan a Blake Edwards (1922-2010) por sus irresistibles comedias, como “La pantera rosa” (1963), “La fiesta inolvidable” (1968) o “10, la mujer perfecta” (1979). Pero el director tenía también gusto por el romance, el drama y la acción, que no siempre brilló de la misma manera y que, sin embargo, merece mirarse con atención, ya que podía poner en él tanta intensidad y amor como en sus comedias.
Un buen ejemplo, que en tiempos de cuarentena se puede ver en una prístina copia en YouTube, es “The Tamarid Seed” (1974), que en su momento se estrenó como “La leyenda del tamarindo”. La cinta cuenta cómo la inglesa Judith Farrow (Julie Andrews), asistente de un importante funcionario en el departamento de Estado de Gran Bretaña, comienza una relación con el coronel ruso Feodor Sverdlov (Omar Sharif), ataché militar en la embajada de la Unión Soviética en París, después de conocerse durante unas vacaciones en Barbados. No es evidente si Sverdlov intenta seducir a Judith porque le atrae, porque está aburrido durante sus vacaciones o porque le sirve a lo que tiene en mente (y que veremos hacia la segunda mitad de la cinta). Por su parte, Judith, que perdió a su marido en un trágico accidente automovilístico, se muestra muy renuente a los avances de Sverdlov, no tanto porque crea que puede estar siendo utilizada, sino porque recién sale de una relación con un hombre casado y no quiere entrar en otra.
Esta trama de relaciones adultas —¿adúlteras?— tiene reverberaciones en otros dos matrimonios que la cinta explora en detalle, los formados por el examante de Judith (David Baron) y su esposa (Celia Bannerman), y el jefe directo de él en la embajada de UK en París (Fergus Stephenson) y su mujer (Sylvia Syms). Si nos atenemos a la mirada sobre estos matrimonios, sumado al propio de Sverdlov, del que sabemos a través de sus descripciones, Edwards tenía cero en la institución matrimonial. Sin embargo, sí parece creer en el encuentro de dos adultos, maduros, que, a pesar de los muertos y fantasmas que acarrean del pasado, pueden darse el espacio para encontrar cierta complicidad algo parecido —o muy semejante— a una manifestación de amor.
Ahora, si ese es un plano de la cinta, otro, que corre más cerca de la superficie, es la trama de espionaje y Guerra Fría que envuelve a los personajes. Aquí la cinta, si bien está basada en una novela de la escritora Evelyn Anthony, tiene mucho de Graham Greene y de su manera de plantear tensiones de la Guerra Fría como parte de una cotidianidad rutinaria, parca, algo burocrática, sin grandes despliegues de acción hasta que esta llega repentina y rápidamente.
Hay que reconocer, sin embargo, que la cinta está lejos de ser perfecta. Sharif, a diferencia de Julie Andrews, no solo usa ropa que ha resistido muy mal el paso del tiempo, sino que además no logra dar con el tono de seductor sensible que tanto le gustaba a Edwards, y que sí obtiene, por ejemplo, de Dudley Moore en “10” o John Ritter en “El mujeriego” (1989). Hay ahí un problema quizás de reparto. Sharif funciona cuando tiene que mostrarse profesional, seguro de sí; no cuando tiene que sonreír enamorado o mostrarse lánguidamente complaciente.
Con todo, pese a este y otros defectos menores, la cinta comienza a sumar en densidad a medida que pasan los minutos y los planos propuestos comienzan a entrelazarse. Lo que pasa en los matrimonios comienza a tener relevancia tanto en las relaciones de poder al interior de las embajadas, como en la trama de espionaje. Y la relación entre Judith y Sverdlov empieza a hacerse más fuerte a medida que el coronel comienza a estar más expuesto políticamente. Lo que en un principio parece una cinta comercial de los setenta, se torna en una indagación, algo melancólica, sobre la posibilidad de tener una segunda oportunidad en la vida.
The Taramid Seed
Dirigida por Blake Edwards
Con Julie Andrews, Omar Sharif y Anthony Quayle
Gran Bretaña y Estados Unidos, 1974, 125 minutos.