Están de primerísima actualidad los cambios. En todo orden de cosas. En la política (donde se pide que cambien a todos los honorables), en la contención de la pandemia (con tantos métodos como países y que en Chile, como siempre, muchos quieren que se haga como en otro, como en Argentina o Corea del Sur), en el huso horario (teléfonos demasiado inteligentes lo cambian con desprecio de los hábitos chilenos) y, por supuesto, en el fútbol, ¡cómo no! ¿En qué áreas? En varias, especialmente en tres.
En la directiva está la más áspera y violenta, con la exigencia de renuncia del presidente de la ANFP. Ya renunció Sebastián Moreno, que quizás nunca debió asumir, pero poniendo un plazo de transición que sus opositores no aceptan. ¡Que se vaya al tiro!, dicen. Y en eso están. Las características son las mismas de siempre en el mundo directivo, especialmente en lo que respecta a las traiciones: quieren echarlo los mismos que lo llevaron al cargo. Igual que en todo mandato futbolístico, los electores tienen principios débiles y llegadas estrechas.
Y es difícil que mejore mientras se sigan sumando tránsfugas al medio.
Otra “arista” de los cambios se da en Colo Colo, donde el club, víctima de la debilidad financiera producida por la revuelta de octubre y la pandemia actual, se refugió en el resorte legal que le permite suspender el pago a sus jugadores, sin despedirlos, tras no haber acuerdo directo. Ahora el caso está en la Dirección del Trabajo, que intenta mediar, aunque con muchas dificultades. El club aparece representado por su vicepresidente, Harold Mayne-Nicholls, y su abogado. El plantel se representa con un goleador chileno, Esteban Paredes, y tres zagueros centrales nacidos en Argentina: Julio Barroso, nacionalizado chileno, Juan Insaurralde y Matías Zaldivia. ¿Y cuál es el cambio, en este caso?
Lo que piden los jugadores es que el club sea representado por el presidente de la concesionaria, Aníbal Mosa. Ellos prefieren al presidente de Blanco y Negro por sobre Mayne-Nicholls. Paredes, vocero del grupo negociador, ha dicho, en clara alusión a éste, que “llega gente que en seis meses se apodera del club”, con lo que incendió la discusión.
El tema es antiguo, pues Mosa se caracterizó siempre por ser amigo de los jugadores, especialmente de Paredes. Varios lo aplaudieron, incluso sin ser presidente de BYN, como Insaurralde, que le regaló su camiseta luego de marcarle el gol albo a la U en 2018. En la previa del partido hubo asado del plantel con el entonces expresidente (presidía Ruiz-Tagle). Es amigo, sin duda, y los jugadores saben, o creen saber, que Mosa le dará a Paredes lo que el goleador le pida.
El vicepresidente, en cambio, entiende suficiente de administración y finanzas y puede entenderse con el abogado. No es amigo, es administrador del club. Y su conocimiento le dice que lo que se descuente de sueldo no será posible devolverlo en su totalidad ni en breve. Deberá ser la justicia la que resuelva.
¿Qué hay en el fondo? ¿Será lo que dice un hincha albo en un foro: “…a mí me huele a que en el grupo… están conscientes que varios se van a fin de año o antes, por lo que en la práctica están negociando casi el finiquito”.
Vaya uno a saber. La plata manda.
El tercer campo de cambios es la disposición de la FIFA de ofrecer (no ordenar) el aumento a cinco de los cambios en un partido. Es por la pandemia. Pero parece que también es por plata.
Tratándose de la FIFA…