Hay dos universidades chilenas que en la búsqueda del antídoto contra el coronavirus, ya vacunaron monos. No más de dos. A Goliat, mono tití, a comienzos de abril; y a Angélica María, mona capuchina, a mediados del mes pasado.
El segundo paso fue probar la vacuna en seres humanos, pero chilenos, y ahí la tarea se volvió compleja.
Dadas las circunstancias del Chile actual, desde octubre de 2019 hasta ahora son dos los requisitos: personas sanas sanas en las que se pueda confiar. La repetición del adjetivo, en el habla nuestra, señala lo excepcional de la búsqueda y nos sitúa en el terreno de la rica rica, el vaca vaca, el tonto tonto o el ladrón ladrón. En otras palabras, la persona sana sana es de condiciones físicas y mentales impecables. Y por eso es confiable.
Se le pidió a una experimentada empresa una encuesta, para encontrar nombres de compatriotas que podrían convertirse en conejillos de Indias, por el bien de la nación.
Entre los mencionados, y esto no deja de ser extraño, figuró Roberto Izikson, gerente de Cadem, pero son muchos: Hugo Gutiérrez, Tere Marinovic, Gabriel Boric y Camila Flores; la doctora Cordero y el ministro Jaime Mañalich, líderes como Juan José Santa Cruz y Roxana Miranda, los cantautores Alberto Plaza y Florcita Motuda, periodistas como Daniel Matamala y un batallón de animadores que parten con la A de Araneda y terminan en la V de Viñuela.
Ante la premura, los científicos adoptaron un segundo camino y le comentaron el tema a personas de distintos ámbitos, buscando respuestas iluminadoras.
Delfina Guzmán: Los mandó a la punta del cerro, por emplear una imagen sinónima, que por cierto no utilizó.
Cathy Barriga: Propuso a su suegro como cobaya.
José Maza: Se ofreció como conejillo, siempre que fuera con público y tele en directo.
Andrés Couve, ministro de Ciencia: Quedó de pensarlo y está en eso.
Joaquín Lavín: Propuso a su nuera.
Luciano Cruz-Coke: Escuchó sin atención y, como es actor, se hizo el muerto, porque creyó equivocadamente que lo habían seleccionado.
Los científicos, agradecidos, pero disconformes con las proposiciones, adoptaron otros motores de búsqueda.
Convocar a una comisión de hombres buenos, que rápidamente se amplificó a hombres y mujeres buenas, que seleccionaran a un par de cobayas humanas, pero la idea se topó con la realidad: esas comisiones son ideas fantasiosas que responden a épocas mitológicas, que apenas existen en la cansada imaginación de la tercera edad.
Después llegaron a un
head hunter, para profesionalizar el seguimiento y apurar el reclutamiento.
Estaban en eso cuando la búsqueda se detuvo y suspendió hasta nuevo aviso.
Evitemos los síntomas, las explicaciones y terminemos pronto.
Incluso abruptamente.
Digamos que fueron sepultados en un sitio que no es cementerio, sino patio de callados. En un lugar retirado y sin cruces, yacen esos pobres animalitos que nunca fueron consultados y que entregaron su vida por combatir la pandemia.
Lo hicieron por nosotros.
Ni siquiera eran mascotas.
No olvidemos sus nombres: Goliat y Angélica María.