En la gran película "Pie de página" (Israel, 2011), un profesor universitario le comenta a un estudiante que su tesis tiene varias ideas originales y de calidad. El único problema, agrega muy serio, es que las ideas de calidad son todas conocidas y las originales están todas equivocadas.
Muchas de las propuestas que circulan para enfrentar los efectos del covid se parecen a esta tesis. Afortunadamente, para las políticas públicas no es un problema que las buenas ideas sean conocidas. Al contrario, para determinar qué se debe hacer resulta esencial adoptar políticas que han sido exitosas en otros países.
De hecho, los elementos centrales de la política económica que está desplegando Chile para enfrentar la pandemia también se están aplicando en decenas de países: (i) gastos significativos en salud; (ii) transferencias directas a personas que no pueden trabajar por restricciones sanitarias o que sufren grandes mermas de sus ingresos; (iii) apoyo a las empresas a través de garantías estatales de créditos y de liquidez, así como postergación del pago de impuestos.
Por cierto, es debatible el tamaño y el diseño específico de cada una de estas medidas y hay argumentos para pensar si acaso deberían ser más significativas.
Por ejemplo, focalizar los bonos de apoyo en el 60% más vulnerable de los trabajadores deja fuera a muchas personas en problemas. Tampoco se justifica que los bonos sean decrecientes en el tiempo. Mal que mal, es el Estado el que (por buenas razones) no está dejando trabajar a las personas. Merecen una compensación.
En el caso de los llamados créditos covid-19, la incorporación de una tasa de interés máxima tan ajustada y de un (innovador) deducible va a atentar contra su uso. Se arriesga que los créditos no tengan el volumen necesario o se concentren en segmentos de muy bajo riesgo.
Es criticable, también, la tardanza en la ejecución de varias de las medidas. Ha costado que ellas se materialicen y lleguen al ciudadano común. Será indispensable analizar y aprender qué ha causado esta demora.
Con todo, estas son discusiones acerca de ajustes a esas propuestas y a su implementación. En cambio, lo que podría ser un problema serio es la adopción de ideas que parecen innovadoras, pero que, como las del tesista de la película, están equivocadas. Y de esas, lamentablemente, hay varias.
Por ejemplo, en el Senado avanza un proyecto que obliga a postergar, por seis meses y con cero interés, las cuotas de créditos hipotecarios y de consumo, sea este bancario o no. En la Cámara hay varios proyectos parecidos. Antes que se aprobaran las garantías Fogape era una idea factible para los bancos, aunque solo por un par de meses y con la tasa de interés del crédito respectivo, no a tasa cero. Las propuestas actuales, en cambio, son una pésima idea. Arriesgan la insolvencia de algunos intermediarios y aseguran un enorme problema de caja. Recordemos que solo los bancos tienen acceso a la liquidez que provee el Banco Central.
Otra innovadora pero mala idea es que los afiliados puedan sacar recursos de su fondo de pensiones y, para no profundizar el problema de bajas jubilaciones futuras, se plantea que el fisco entregue como compensación un bono de reconocimiento. Es decir, emitir deuda pública para distribuir recursos hoy. ¿Para qué meter el fondo de pensiones en el baile? Sería mejor entregar los bonos de reconocimiento directamente a las personas y de paso distribuirlos de manera más justa.
Al Gobierno no le convence la idea de usar los mecanismos que han funcionado en otros países para apuntalar a las empresas grandes que están en problemas. En cambio, anunció la idea de permitir la emisión de deuda súper- senior , de manera que sea el sector privado el que provea nuevos recursos. Esto pasaría a llevar la práctica habitual de pagar la deuda primero, a no ser que exista un acuerdo o un procedimiento concursal, cambio que tiene insospechadas consecuencias para el mercado de capitales. Además, parece favorecer al patrimonio accionario, en desmedro de la deuda, al revés del orden de prelación habitual. La idea tiene sentido, pero solo para después de declarada la insolvencia y en acuerdo con los acreedores.
A estos ejemplos se podrían agregar otros: (i) el planteamiento de que el Banco Central financie directamente al fisco; (ii) los anuncios del Gobierno de un complejo nuevo seguro de cesantía para trabajadores a honorarios, el que probablemente llegará tarde a enfrentar la pandemia (es mejor un bono y dejar para después tamaño cambio estructural); y (iii), por supuesto, el afiebrado proyecto que nacionaliza los fondos de pensiones.
En conclusión, como el estudiante con su tesis, debemos identificar cuáles son las propuestas originales que debiéramos guardar en el cajón de las malas ideas. En políticas públicas, copiar no es siempre malo, ni ser original es siempre algo bueno.