Seis formas de morir en Texas es el quinto libro de Marina Perezagua (1978) y, a juzgar por la reacción que ha suscitado, se diría que es el más perturbador y polémico de cuantos ha publicado. Hay que aclarar que
Seis formas… no es en lo más mínimo un relato agradable, sino todo lo contrario: la historia es tan terrible que dan ganas de cerrar el volumen para no amargarse la vida. Sin embargo, Perezagua está dispuesta a ir lejos, muy lejos con tal de dejarnos abrumados. También es preciso decir que el estilo de la autora española es una mezcla de estilos: el documental, el epistolar o a veces el confesional, visceral y, en ocasiones, extrañamente cómico. Así,
Seis formas… llega a ser un título en extremo heterogéneo, cruzado por las más diversas técnicas narrativas, conectando las múltiples tramas mediante recursos extraliterarios y, sobre todo, empleando numerosos puntos de vista. De este modo, los hechos evolucionan según quien los cuenta, predominando la primera persona, utilizando la impersonal tercera o bien siguiéndole la voz a la escritora omnisciente. La absoluta renuncia a los diálogos es otro rasgo desconcertante de esta novela.
A primera vista, parecería que
Seis formas… es un alegato en contra de la pena de muerte y ciertamente lo es y lo es de manera enfática. Con todo, Perezagua matiza su crónica con tantos elementos contradictorios, ambiguos, incluso extravagantes, dejando de lado toda consigna o denuncia facilista, que, al final, concluimos que esta obra constituye una acusación radical y virulenta que enjuicia a la sociedad actual y, en concreto, a los dos países más importantes del mundo en el presente: China y Estados Unidos. En 1984, Zhou Hongqing fue ajusticiado en una cárcel de Guangzhou mediante un disparo en la nuca, a lo cual siguió una veloz operación para extraerle el corazón y venderlo a un ciudadano norteamericano. Según la tradición budista, esto es un sacrilegio inenarrable, pues el shen, o sea, el alma del difunto, reside en el órgano central del cuerpo humano. El hijo del condenado toma la tarea de recuperarlo y ahorra durante años para viajar en busca de él; no obstante, expira antes de lograr su cometido y la empresa queda a cargo del nieto, Xingsán, más adelante conocido como Zhao, quien dedicará buena parte de su vida a recuperar el miembro que permitirá a su abuelo descansar en paz. El destinatario del trasplante es Edward Patterson, padre de Robyn, el personaje central de
Seis formas… La joven, ciega de nacimiento, ha sido acusada de asesinar a su madre a puñaladas, lo cual nunca se comprobó. Además, el crimen se cometió cuando ella tenía 16 años, motivo más que suficiente para dejarla fuera de toda competencia judicial. A pesar de lo anterior, es procesada y condenada a la máxima sanción que contempla el ordenamiento jurídico del gran país del norte.
A continuación viene el minucioso, exhaustivo, inenarrable suplicio que sufre Robyn en los distintos centros penitenciarios durante el resto de lo que le queda de existencia, lo que, como sucede allá, suele durar décadas. La palabra a la que acude Perezagua, por boca de Robyn, es tortura, que se repite, insistente y machaconamente, a lo largo de la obra. El confinamiento solitario, la privación sensorial, los castigos corporales, los traslados forzosos, el acoso mediático, las violaciones, las humillaciones por cualquier causa son apenas unas pocas manifestaciones de los tormentos que sufre la reclusa.
Aun así, Robyn mantiene una relación con Edward, su progenitor, quien le pide que, al cumplir la sentencia, le ceda su interior, con objeto de que se le inserte en el tórax. Ella acepta, siempre que Edward, por su parte, le entregue las córneas, para así recuperar la visión. No obstante, la correspondencia más conmovedora y de carácter sutilmente erótico que desarrolla la prisionera es con Zhao, quien no es otro que Xingsán, que arribó en Texas para recobrar el shen que se perdió en Guangzhou. Las seis formas de perecer en el estado sureño son muerte natural, accidente, suicidio, homicidio, desconocida y pendiente de investigación. A reserva de ello, hay, asimismo, seis procedimientos para eliminar a los que esperan en el famoso corredor: inyección letal, silla eléctrica, fusilamiento, horca, ingesta de sustancias e intervención quirúrgica. Por medio de este último método se liquida a la víctima con una bala y enseguida se extraen todas las partes que puedan traspasarse a personas vivas. En otras palabras, se trata, ni más ni menos, del mecanismo de la gran tortura.